viernes, marzo 22, 2013

Thebussem (XLIII)


Imagen de principios de siglo XX de la ermita de los Santos Mártires. Como resultado de una rehabilitación, la techumbre mudéjar aparece oculta por una vulgar yesería, y las columnas están recubiertas de yeso sobre el que se ha realizado un burdo marmorizado. El ara romana que testimonia la consagración de la iglesia se observa nítidamente a la izquierda. La fotografía se empleó en el Catálogo Monumental de España, provincia de Cádiz (1908-1909), de Enrique Romero de Torres (lám. CXIII)
"Iglesia visigótica", un artículo poco conocido dedicado a la ermita de los Santos Mártires de Medina Sidonia (I)

Con la edición del artículo “Iglesia visigótica”, escrito por Mariano Pardo de Figueroa en 1871, pretendemos colaborar al conocimiento de la parte de su obra que tuvo por objeto su ciudad natal y al aumento de la bibliografía existente sobre la ermita de los Santos Mártires de Medina Sidonia, ya que este trabajo, desgraciadamente, ha pasado desapercibido a la mayor parte de los estudiosos que se han ocupado de la misma. Publicado en la Primera ración de artículos del Doctor Thebussem (Madrid, Rivadeneyra, 1892, pp. 260-266), viene a compendiar lo que hasta ese momento se conocía del lugar, prestándose especial atención a la lectura de las inscripciones existentes, no obstante Pardo de Figueroa era académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde 1861 y había acompañado en 1860 en su visita a Medina Sidonia al epigrafista alemán Emil Hübner, que se encargaba en ese momento del estudio de las inscripciones latinas existentes en España para la elaboración del Corpus Inscriptionum Latinarum.

Iglesia visigótica

A don Aureliano Fernández-Guerra(1)

Mi querido y excelente amigo:

Pocas y de escaso interés serán las noticias que yo podré dar referentes a la ermita de los Santos Justo y Pastor,(2) o de Santiago del Camino (que con ambos nombres es conocida), situada en las inmediaciones de Medina Sidonia, provincia de Cádiz.(3) Y no lo achaque Vm. a carencia de voluntad en complacerle, pues sabe que la tengo y mucha. Pero falto de erudición y de ciencia, diré a Vm.  lo que sepa, sacado de autores de crédito y valía, esperando que Vm. no se llamará engañado por mi sincera confesión.

La ermita es obra gótica, o mejor dicho visigótica, construida por los años 630 de J. C., reinando en España Swintila (sic);(4) después ha sido reparada y reedificada, como le sucede a casi todos los monumentos de aquella lejana época. Lo que hoy constituye la iglesia, nada tiene de godo; se remontará, cuando más, a fines del siglo XV o a principios del XVI. En su formación entraron, sin duda, trozos y restos del antiguo templo, y de ello pueden dar prueba los cuatro curiosos capiteles que coronan las columnas empotradas en los muros del interior de la iglesia. La composición de tales restos guarda analogía con los diseños de los adornos arquitectónicos que forman el Álbum artístico de Toledo, publicado por el inteligente arqueólogo don Manuel de Assas;(5) de modo que, teniendo a la vista este trabajo y la curiosa historia de Mr. Seroux d´Agincourt,(6) podría sacarse útil enseñanza de dichas piedras que, a mi entender, pueden servir para fijar, no sólo la historia de este santuario, sino también la general de la arquitectura visigótica, cuyo estudio es aún reciente en la península española.

Dos capiteles de la ermita, Enrique Romero de Torres, Catálogo de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Cádiz (Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1934, FOTOGRAFÍAS, TOMO VII, láms. 627 y 628). En la versión definitiva de la obra la lámina 627 sería sustituida por un primer plano del capitel (lám. CXIV)

Forma una de las columnas de la ermita un ara romana que conserva en bajo relieve el preferículo(7) y la patera. En uno de sus lados grabaron la inscripción que, con más o menos fidelidad, copiaron Morales,(8) Flórez,(9) González de León(10) y otros.(11) Me valdré de la lección que en 1541 hizo el veraz cronista Pedro Barrantes Maldonado para sus Ilustraciones de la Casa de Niebla, que dice así:(12)

“Extramuros de la cibdad de Medina, en la cuesta que cae sobre la dehesa de los Cavallos, en la hermita de Santiago del Camino, está una piedra puesta por pilar de la yglesia, en quien los vecinos tienen tanta devoción por ciertos mártires que allí fueron martirizados é trasladados sus cuerpos, que la tienen tan raída la piedra para poner en nóminas, que ha sido causa para que los principios é fines de los renglones se puedan mal leer, la cual piedra es la siguiente:

HIC SVNT RELIQVI
…RVN CONDITE…
..ISTEFANI IVLIAN…
..ICI IVSTI PASTOR…
..VCTVOSI  AVGVRI
..LOGI ACISCLI ROM…
..I MARTINI QVIRICI
ET ZOILI MARTIRVM.
DEDICATA HEC BASI
..ICA XVII KAL
IANVARIAS ANNO SE
CVNDO PONTIFICA 
TVS PIMENI ERA DC
LXVIII."

La inscripción relativa a la consagración de la iglesia. Esta fotografía aparece en el artículo "La ermita de los Santos en Medina Sidonia", de Enrique Romero de Torres, B.R.A.H., t. 54 (1909), pp. 45-54 (p. 51); y luego en su Catálogo de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Cádiz (FOTOGRAFÍAS, TOMO VII, lám. 626), aunque sería sustituida en la obra definitiva por otra con un encuadre más amplio (lám. CXV)
Puede traducirse de este modo: Aquí están guardadas las reliquias de (los santos) Esteban, Julián, Félix, Justo, Pastor, Fructuoso, Augurio, Eulogio, Acisclo, Romano, Martín, Quirico y Zoilo mártires. Fue consagrada esta iglesia el 16 de diciembre de la era 668,(13) el segundo año de ser obispo Pimenio.

Esta leyenda, cuya piedra debió ocupar otro sitio y no servir de columna, es de interés, no sólo para conocer la fecha de la consagración, y naturalmente la del origen del templo, sino también para completar el catálogo de los obispos asidonenses, entre los cuales ocupó muy distinguido lugar el expresado Pimenio.

Debo hacer una advertencia relativa a la inscripción de que me ocupo. En 11 de julio de 1779, hallándose en Medina Sidonia el obispo de Cádiz señor Cervera, mandó registrar la piedra para ver si en efecto existían en el ara las reliquias que en ella se explican, y habiendo sido el resultado no encontrarlas, hizo borrar completamente los ocho primeros renglones de la lápida que acabo de copiar. Si hemos de juzgar por esta herejía histórica y artística, la ilustración y las letras del buen prelado no debieron rayar a grande altura.(14) 

NOTAS DEL EDITOR

(1) Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (Granada, 1816 - Madrid, 1891), dramaturgo, poeta, historiador, arqueólogo, epigrafista, crítico literario y editor de la obra en prosa de Quevedo (t. I, 1852; t. II, 1859) y de algunas obras de Cervantes y Francisco de la Torre, fue autor, entre otros, de los dramas La peña de los enamorados, El trato de Argel, El niño perdido, La hija de Cervantes, Alonso Cano, La Torre del Oro y, junto a Manuel Tamayo y Baus, La ricahembra. Colaboró estrechamente con Emil Hübner para formar el Corpus Inscriptionum Latinarum.  Secretario general de Instrucción Pública con el ministro Claudio Moyano, fue, entre otras cosas, anticuario de la Real Academia de la Historia,  miembro y bibliotecario de la Real Academia Española de la Lengua, miembro honorario del Instituto di Corrispondenza Archeologica de Roma, y de la Société Française d´Archéologie.

(2) Los santos Justo y Pastor fueron martirizados y ejecutados en Complutum (Alcalá de Henares) en el año 304 por orden del gobernador Daciano durante la persecución de Diocleciano. Tenían siete y nueve años, respectivamente, y se habían negado a abjurar del cristianismo.
(3) Es tradición que en los prados que se encuentran frente a la ermita se apareció el apóstol a los cristianos en una escaramuza habida con sarracenos. En esta ermita, que se halla al pie del camino que unía por el interior Cádiz y Algeciras, los musulmanes permitieron el culto cristiano durante su ocupación de Medina Sidonia. La imagen de Santiago ocupa el ático del retablo mayor, y los símbolos santiaguistas son bien visibles en la decoración del templo.
(4) Fue rey de los visigodos entre el año 621 y el 631.
(5) Manuel de Assas, Álbum artístico de Toledo escrito por don…, ilustrado con láminas ejecutadas por artistas distinguidos y publicadas por don Doroteo Bachiller, Madrid, Litografía de D. Bachiller – Imprenta de Julián Saavedra, 1848. Thebussem debe de referirse a los capiteles del patio segundo del Hospital de Santa Cruz o de la iglesia de San Román, que aparecen dibujados en esta obra con gran detalle.
(6) Jean Baptiste Louis Georges Seroux d´Agincourt, Histoire de l'Art par les Monumens, depuis sa décadence au IVe siècle jusqu'a son renouvellement au XVIe, París, Treuttel et Würtz, [1811]-1823.
(7) La jarra de bronce que se empleaba en la antigua Roma para contener el vino de las libaciones durante la celebración de sacrificios.
(8) Leemos en La coronica general de España que continuaba Ambrosio de Morales… prosiguiendo delante de los cinco libros, que el Maestro Florian de Ocampo… dexo escritos, Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1574, p. 742, la interpretación que  presentamos en la imagen que sigue; y en La vida y martirio de los santos mártires Justo y Pastor, Opúsculos castellanos de Ambrosio de Morales (ed. Francisco Valerio Cifuentes), Madrid, Benito Cano, 1793, p. 25, esta otra: Hic sunt reliquiarum conditae/ Stephani, Juliani, Feli-/ cis, Justi, Pastoris, Fructuosi,/ Augurij, Eulogij, Aciscli, Ro-/ mani Martini, Quirisci, &/  Zoyli Martyrum./ Dedicata haec basilica. XVII./ Cal. Januarias, anno II. Pon-/ tificatus Pimeni, Era. D C-/ LXVIII.
 


Lectura de la inscripción en la Coronica... de Morales
(9) Enrique Flórez, España sagrada. Theatro geographico-historico de la iglesia de España, t. 7 (Madrid, Antonio Marín, 1751, p. 186); y t. 10 (Madrid, Viuda e hijo de Marín, 1792, 3ª ed., p. 57).
 
Lectura de la inscripción en España sagrada... de Flórez
(10) Debe de referirse al cronista de Sevilla Félix González de León (1790-1854).
(11) Entre quienes se preocuparon de esta inscripción contamos particularmente a don Antonio Ponz, quien, en el tomo XVIII de su Viage de España (Madrid, Viuda de don Joaquín de Ibarra, 1794, pp. 69-70) escribe: “Por lo que respecta á la antigüedad de su Obispado, y á uno de sus Prelados, me ha dado esta copia el Señor Don Francisco Bruna, como existente en una Ermita fuera de la Ciudad, que tambien trae Morales: Hic sunt Reliquiarum conditae/ Stephani, Juliani, Felicis, Justi,/ Pastoris, Fructuosi, Augurii,/ Eulogii, Aciscli, Romani Mar-/ tini, Quirisci, et Zoili Marti-/ rum./ Dicata haec Basilica. XVII./ Cal. januarias, Anno II Ponti-/ ficatus Pimenii, era DCLXVIII".
El vicario Francisco Martínez y Delgado, en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia (Cádiz, Imprenta de la Revista Médica, 1872, pp. 169-170) hizo una lectura un tanto errónea: "Hu SUNT RELIQVI/ ARM CONDITE…/ …STEPHANI. JULANI Fel-/ ICIS. JUSTI PASTORis Fru-/  CTVOSI AVбVRii EV/ SOбI. ACISCLI. ROMan/ I. MARTINI QUIRICI ET/ ZOYLI. MARTIRUM/  DEDICATA. HEC BASILI/ CADXVII KAL./ JANVARIAS ANNO SE/ CUNDO PONTIFICA/ JUS PIMENI. ERA dc/ LXVIII".
Años antes Rodrigo Caro (Antigüedades y Principado de la ilustrissima ciudad de Sevilla. Y chorographia de su convento iuridico o antigua chancilleria, Sevilla, Andrés Grande, 1634, p. 125), confesando seguir a Ambrosio de Morales en los datos relativos al epígrafe, coloca por un lado el texto de la dedicación del templo por Pimenio, lo que hoy se conserva; y por otro, un texto muy diferente que dice que se encuentra en una ermita fuera de la ciudad (¿?), relativo a reliquias de santos martirizados en el consulado de Decio Elio.
(12) Las Ilustraciones de la Casa de Niebla de Pedro Barrantes Maldonado cuentan hoy con una moderna edición (“Colección Fuentes para la Historia de Cádiz y su provincia”, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1998, vid. p. 331). En ella leo: “HIC SVNT RELIQUI/ …RM CONDITE. I. D./ …ISTEFANI JULIAN…/  ...ICI. JUSTI. PASTOR…/ ...UCTUOSI.  AUGURI/ ...LOGI. ACISCLI. ROM…/ ...I.  MARTINI. QUIRICI/ ET ZOILI. MARTIRUM./ DEDICATA. HEC BASI/ ...ICA XVII. KAL./ JANUARIAS. ANNO SE/ CUNDO PONTIFICA/ TUS PIMENI. ERA DE LXVIII.” Debe decir DC, no DE.
(13) 16 de diciembre de 630. Pimenio fue obispo de Asido entre el 629 y el 646, participó en el cuarto Concilio de Toledo (633) y en el sexto (638); al séptimo (646) envió un representante. Consagró, además de la ermita de Medina Sidonia, la de San Ambrosio de Vejer (644), otra en Salpensa (648) y la de los Santos de Alcalá de los Gazules (662).
(14) La inscripción es todavía legible (sólo 25 cm de los 66 cm que tenía la cartela originaria) en el cipo que sirve como basa de la segunda columna de la nave del evangelio. Emil Hübner, en su visita a Medina en 1860, ya la encontró muy deteriorada (Inscriptiones Hispaniae Christianae, Berlín. Georg Reimer, 1871, p. 24, núm. 85) y la reconstruyó e interpretó a partir de los testimonios antiguos tal y como reflejamos en la imagen que ofrecemos. Enrique Romero de Torres, en su  Catálogo Monumental de España, provincia de Cádiz (1908-1909), Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1934, pp. 268-269, la reconstruye: “[†Hic sunt reliquie/ s(an)c(to)r(u)m condite, id] e (st) Stefani, Iuliani,/ Felici, Iusti, Pastoris,/ Fructuosi, Auguri,/ Eulogi, Aciscli, Roma/ ni, Martini, Quirici/ et Zoyli martirum.]/ Dedicata hec basi/ lica d(ie) XVII kal(endas)/ Ianuarias anno se/ cundo pontifica/ tus Pimeni, era DC / LXVIII”. Y la traduce: “Aquí se depositaron reliquias de los santos Esteban, Julián, Félix, Justo, Pastor, Fructuoso, Augurio, Eulogio, Acisclo, Romano, Martín, Quírico y Zoilo, mártires. Esta basílica se ha dedicado en el día 16 de diciembre, año segundo del pontificado de Pimenio, era 668”. Prosigue: “El día de la dedicación del templo y la consagración del ara cayó en domingo, según lo ordenaban los cánones. Contaba en 16 de diciembre de 630 Pimenio el año segundo de su propia consagración episcopal (…) Nombra la inscripción trece santos, cuyas reliquias o partecillas de sagrados huesos henchían la pequeña excavación o receptáculo abierta en la faz eminente del ara”.    

Lectura y reconstrucción de Hübner

jueves, marzo 14, 2013

El lamento de Ariadna (XV)


Ariadna abandonada, Giulio Carpioni (h. 1665), Pinacoteca Civica di Castello Sforzesco (Milán). Imagen tomada de http://utpictura18
Del pintor Giulio Carpioni (¿Venecia?, 1613 - Vicenza, 1678), que se ocupó en varias ocasiones del encuentro de Baco y Ariadna siguiendo las pautas marcadas por Tiziano (destacamos las pinturas que se conservan en Staatliche Kunstsammlugen  de Dresde, Szépmûvészeti Múzeum de Budapest y colección privada de Brescia), se conserva en el Castello Sforzesco de Milán un precioso óleo en el que Ariadna, desnuda sobre una roca, vuelve su mirada desde el horizonte hacia unos amorcillos que se le acercan para anunciarle seguramente su gozoso futuro junto al dios. La perspectiva que marca la diagonal de la composición lleva nuestra mirada hacia el camino por el que debe aparecer el ruidoso cortejo, cuya cercanía provoca el nerviosismo de los alados niños.

Ariadna abandonada en la isla de Naxos, Giovanni Francesco Romanelli
El catálogo de pintura de la Fondazione Federico Zeri (http://fe.fondazionezeri.unibo.it) nos presenta otros dos ejemplos del tratamiento del tema en la pintura italiana del XVII. Giovanni Francesco Romanelli (Viterbo, 1610-1662), artista vinculado primero a Domenichino, luego a Pietro da Cortona, y que alcanzó su madurez artística en París, donde el cardenal Mazarino le encargó la decoración de las estancias de la reina madre (Ana de Austria) en el Louvre y la de los techos de su propio palacio (hoy Biblioteca Nacional), pinta el momento en que Ariadna despierta de su sueño y es advertida por Eros de la partida de su amado, cuya embarcación se aleja ya de la orilla. La mirada de la muchacha se dirige al cielo entre suplicante e incrédula. 

Ariadna abandonada, Giacinto Gimignani, Palazzo Pitti (Florencia)

Giacinto Gimignani (1606-1681), nacido y educado en Pistoya aunque formado en Roma, adonde marchó en 1630 bajo la protección de Guido Rospigliosi, cardenal secretario de estado y perteneciente a esta preclara familia de Pistoya, recibió la influencia de Pietro da Cortona (con él trabajo en la decoración del Palacio Pamphili) y luego de los maestros franceses  afincados en la urbe, particularmente de Nicolas Poussin. En Florencia, donde el artista trabajó para los Médici y los Rospigliosi se conserva una Ariadna abandonada de características muy semejantes a la anteriormente mostrada. Gimignani realizó veinticinco óleos de temática mitológica para el cardenal Giulio Rospigliosi, más tarde Clemente IX. 

jueves, marzo 07, 2013

El lamento de Ariadna (XIV)

 
Teseo abandonando a Ariadna o Reinaldo abandonando a Armida, Charles Le Brun (1664), Colección privada. Imagen tomada de http://necspenecmetu.tumblr.com
Del período de mayor esplendor de la carrera del pintor francés Charles Le Brun (París, 1619-1690) es el lienzo conocido como Teseo abandonando a Ariadna (97 x 131 cm). Protegido del cardenal Richelieu primero y nombrado primer pintor del rey por Luis XIV (quien asimismo le otorgó título de nobleza), Le Brun fue árbitro no sólo del gusto pictórico de su tiempo sino también de las modas en las artes decorativas: fue cofundador en 1648 de la Académie Royale de peinture et sculpture, creó el estilo Luis XIV y se le encargó la decoración interior del Palacio de Versalles. En el óleo en cuestión el artista presenta a una mujer desmayada sobre las rocas cubierta con una túnica blanca y un manto azul (sólo su pecho izquierdo se muestra desnudo), cuya bien estudiada pose le permite mostrar su virtuosismo en el dibujo de pliegues. Huye su amado casi a regañadientes, y son sus compañeros quienes le empujan a subir a una pequeña embarcación donde una mujer, izada la vela, se dispone a la boga.

Como otros, opino que la escena narrada no tiene que ver con el mito de Ariadna y Teseo sino más bien con la historia de Reinaldo, caballero cruzado protagonista de la Jerusalén libertada de Torcuato Tasso, y la maga Armida. Ésta lo ha retenido con sus hechizos en las Islas Afortunadas, donde como amantes disfrutan de una vida placentera. Para rescatar a su compañero de armas llegan a las mismas los caballeros Ubaldo y Carlos, que han navegado por el Mediterráneo y traspasado las columnas de Hércules a bordo de una navecilla pilotada por una misteriosa doncella (canto XV). No sin volver la vista atrás mientras Armida le recuerda los goces de que han disfrutado y las promesas de amor hechas, Reinaldo se dispone a embarcar mientras ella prorrumpe en queja desesperada, inspirada evidentemente en los ya conocidos lamentos de la poesía latina, y luego se desmaya (canto XVI):  

LIX

"Vattene pur, crudel, con quella pace
Che lasci a me: vattene iniquo omai;
Me tosto ignudo spirto, ombra seguace  
Indivisibilmente a tergo avrai.
Nuova furia co’ serpi e con la face
Tanto t’agiterò quanto t’amai.
E s’è destin ch’esca del mar, che schivi  
Gli scoglj e l’onde, e ch’alla pugna arrivi:

LX

Là tra ’l sangue e le morti egro giacente
Mi pagherai le pene, empio guerriero.
Per nome Armida chiamerai sovente         
Negli ultimi singulti; udir ciò spero..."
Or quì mancò lo spirto alla dolente;

Nè quest’ultimo suono espresse intero:
E cadde tramortita, e si diffuse                  
Di gelato sudore, e i lumi chiuse.

LXI

Chiudesti i lumi, Armida: il Cielo avaro
Invidiò il conforto a’ tuoi martíri.
Apri, misera, gli occhj; il pianto amaro
Negli occhj al tuo nemico or chè non miri?
O s’udir tu ’l potessi, o come caro
T’addolcirebbe il suon de’ suoi sospiri!
Dà quanto ei puote; ei prende (e tu nol credi)
Pietoso in vista gli ultimi congedi.

LXII

Or che farà? dee su l’ignuda arena
Costei lasciar così tra viva e morta?
Cortesia lo ritien, pietà l’affrena,
Dura necessità seco ne ’l porta.
Parte, e di lievi zefiri è ripiena
La chioma di colei che gli fa scorta.
Vola per l’alto mar l’aurata vela:
Ei guarda il lido; e ’l lido ecco si cela.

LXIII

Poi ch’ella in se tornò, deserto e muto,
Quanto mirar potè, d’intorno scorse.
"Ito se n’è pur, disse, ed ha potuto
Me quì lasciar della mia vita in forse?
Nè un momento indugiò: nè un breve ajuto
Nel caso estremo il traditor mi porse?
Ed io pur anco l’amo? e in questo lido
Invendicata ancor piango, e m’assido? (...)"

"Huye, cruel, llevando contigo esa paz que pretendes dejarme; huye para siempre, impío: pronto mi sombra seguirá do quier tus pasos. Cual furia armada de serpientes y con la antorcha en la mano te acosaré en todas partes tanto como te he amado; y, sí tu destino te saca con bien de las olas y de los escollos, y te permite tomar parte de nuevo en los combates;

Alli, entre los muertos, tu sangre y tus dolores me vengarán de mis penas. Tu invocarás entonces el nombre de Armida, y Armida te escuchará." Mas aquí faltó el aliento a la infeliz, y no pudo terminar sus razones. Cayó al suelo sin sentido, cerráronse sus ojos, y esparciose por sus miembros un sudor frío.

Tus ojos se cerraron, Armida, y el cielo se negó a endulzar tus martirios. Ábrelos otra vez, desgraciada, y verás cuál brota el amargo llanto de los de tu enemigo. O si pudieses oírlo, ¡cómo calmaría tus dolores el sonido de sus sollozos! Te da cuanto darte puede, y al despedirse deja caer sobre tí una mirada compasiva.

¿Qué debe hacer? ¿Abandonará sobre la desierta arena a la jóven medio muerta? La cortesia y la compasión lo retienen a su lado; mas la necesidad lo arrastra a pesar suyo. Parte: los céfiros retozan en la cabellera de su guia; vuela la ligera navecilla sobre el Océano, mas Reinaldo no desvia sus ojos de la playa, que desaparece por grados.

Armida recobra en tanto sus sentidos y sólo ve en torno de sí soledad y silencio. "Partió el ingrato, exclama; ¿y ha podido abandonarme moribunda? No vaciló un momento y se fue sin suministrarme el más leve auxilio? ¿Y yo le amo todavía? ¿Y permanezco aún sentada en esta playa llorando en vez de vengarme? (...)"

[Traducción en prosa de las octavas en italiano a cargo de Joaquím Rubió i Ors (Barcelona, Imprenta y librería de Juan Roca y Suñol, 1842).]

Los amantes Reinaldo y Armida disfrutando en el jardín fueron objeto de varias pinturas de Nicolas Poussin, que fuera maestro de Le Brun durante su estancia en Roma entre 1642 y 1646. El tema sería luego de los preferidos de la pintura rococó. Pero quien escenificó el momento de la huida de Reinaldo en mayor número de ocasiones sería el pintor veneciano Giovanni Battista Tiépolo.

Reinaldo y Armida, Nicolas Poussin (1629), Dulwich Picture Gallery (Londres)

Reinaldo abandonando a Armida, G. B. Tiépolo (1757), Villa Valmarana (Vicenza)

Reinaldo abandonando a Armida, G. B. Tiépolo (1760), Gemäldegalerie (Berlin)
Reinaldo abandonando a Armida, G. B. Tiépolo (h. 1742-1745), The Art Institute of Chicago

jueves, febrero 28, 2013

Thebussem (XLII)



Cabecera del cuento en la edición de la "Colección Elzevir"

Un papagayo (historia verdadera), una crítica thebussiana al estamento militar y a la sociedad del momento ( y III)


Entre los jefes y oficiales de la guarnición de Sevilla cayó como una bomba la repentina marcha de Ruiz. Semejante suceso no tenía explicación lógica. Los curiosos se devanaban los sesos por hallar la clave del enigma. El coronel manifestó, en carta, a uno de sus compañeros, que el traslado obedecía a la falta de salud de su esposa. Semejante argumento fue calificado por unanimidad de razón de pie de banco.

El café del Recreo, de Sevilla, se hallaba por aquellos tiempos en la plaza del Duque, esquina a la calle de Armas, o sea, en la casa que hoy ocupa mi excelente amigo el señor Duque de T´Serclaes.(1) Allí concurría un grupo de militares, de los que era caporal el capitán Orellana. Hubiera sido éste hábil jefe de policía o buen juez instructor, según lo perito que era en descubrir el origen de los acontecimientos más embrollados y misteriosos.

Llega una tarde el capitán falto de aliento, casi sin poder hablar, y en voz entrecortada manifiesta que ya se conoce el motivo del traslado de Ruiz.

―¡Diga usted…, diga usted! ―exclamaron los oyentes.

―Allá voy, descansaré un poco. He venido a escape desde el cuartel… Juan ―dijo al mozo―, café , copa y puro.

Servida que fue su demanda, soltó la voz a semejantes razones:

―Ustedes saben, como yo y como todo el mundo, lo tirante que ha sido siempre Ruiz con los asentistas. Diariamente pesaba el pan, y el tocino, y el arroz, y los garbanzos, y el queso, y en fin, todo. Como es honrado a carta cabal, y además rico por su casa, no parte peras con nadie. O se cumplen las contratas al pie de la letra, o su multa y a la calle. Aquí les apretó el corpiño a los proveedores, y ellos, como gente de dinero, mandaron comisarios a Madrid, han gastado seis u ocho mil duros en la corte, y Ruiz ha ido a quitarse las moscas a Zaragoza. Y todo esto, que lo sé de buena tinta, es la purísima verdad.

Discutido, y después de algunas ligeras observaciones, se aprobó y creyó por unanimidad el informe de Orellana, mientras que éste, con gran delectación y contento, saboreaba su café, su copa y su puro.

EPÍLOGO

Poco, muy poco, extremadamente poco, fue el cierto del capitán. Ni los apoderados de los asentistas se movieron de Sevilla, ni repartieron miles de duros en Madrid. El regalo dedicado a Perico Sánchez, oficial de la sombrerería de Calvo, por sus ensayos de ventrílocuo simulando que charlaba el loro de la casa frontera, fue tan solo de una botella de aguardiente de Cazalla.

El Doctor Thebussem.



Medina Sidonia, diciembre de 1898 años.



(1) Juan Pérez de Guzmán y Boza, II Duque de T´Serclaes (Jerez de los Caballeros, 1852- San Sebastián, 1934), ostentó este título desde 1877. Contrajo matrimonio en 1882 con María de los Dolores Sanjuán y Garvey, que le dio diez hijos. Licenciado en Derecho, fue senador por Badajoz y gentilhombre de cámara de Su Majestad, Gran Cruz de Carlos III, ministro consejero de las órdenes militares y teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla (1913); gran bibliófilo, bibliógrafo y mecenas literario, fue también miembro fundador de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces (1869), académico de la Real de Buenas Letras de Sevilla (1892) y de la Real Academia de la Historia (1909). Alfonso Guajardo-Fajardo y Alarcón, “Don Juan Pérez de Guzmán, duque de T´Serclaes, maestrante y académico”, en http://institucional.us.es/revistas/rasbl; http://www.fundacionmedinaceli.org.

jueves, febrero 21, 2013

Thebussem (XLI)


Retrato del capitán general Ramón María Narváez, primer Duque de Valencia, Vicente López (1849), Museo de Bellas Artes de Valencia

Un papagayo (historia verdadera), una crítica thebussiana al estamento militar y a la sociedad del momento (II)

Tomada esta venganza, o sea, devuelto el botonazo, acordó el matrimonio dar los pasos convenientes para salir de Sevilla. Fuera ridiculez comprar y matar el loro, abstenerse de transitar por la calle de Francos o tratar del asunto con el capitán general. Todos estos caminos eran a cual peores, y todos iban derechos al campo de lo ridículo.

―Nada ―decía doña Rosario―, te vas de seguida a Madrid, le pides a don Ramón Narváez,(1) que tanto te aprecia, que nos destine a otra capital, y de seguro nos complace.

―Pero mujer… ―dijo Ruiz.

―Hijo mío, no hay pero que valga. Si tú no quieres salir de aquí, yo me marcho a Málaga con mi madre mientras dure el destino. Lo que soy yo, te juro que no aguanto al loro.

Y como, según advirtió Sancho Panza, cuando las mujeres toman la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ellas aprietan a que se haga lo que quieren,(2) el coronel tomó el camino de la Corte.

***

Narváez, que ciertamente estimaba mucho a Ruiz por su honradez, valor y buenas prendas, lo recibió en el acto por sospechar que tan rápido viaje lo motivaba algún suceso militar que no convenía tratar por escrito.

Cuando el Duque de Valencia oyó al coronel referir con la mayor sinceridad y buena fe toda la relación de loro, se quedó pasmado y atónito. Miró de hito en hito a su interlocutor y sin contener la risa contestó:

―Hombre, no sea usted estúpido; ni los loros saben lo que dicen, ni usted tiene nada de cobarde. Ríase usted de la ocurrencia como yo me río.

―Todo eso es verdad y está muy bien, mi general; pero es el caso que yo no me atrevo…, que yo no quiero… volver a Sevilla…

―¡Caracoles! ―dijo el irascible y violento Narváez, dando un puñetazo sobre la mesa―, usía irá donde yo le ordene, y si me desobedece…, lo mandaré a un castillo, o le quitaré la casaca, o lo fusilaré por la espalda… ¡Pues no faltaba más! Y si no merece usía tanto castigo como militar bizarro, sí lo merece como hombre tonto. ¡Digo…! ¡Hacer caso y tomar a pechos las voces de un loro!

El coronel aguantó inmóvil la rociada. Y Narváez, conociendo que se había excedido, y que procuraba templar siempre los arrebatos de su carácter con francas y caballerosas satisfacciones, se apresuró a manifestar:

―Perdone usted, amigo Ruiz, son cosas de mi genialidad; no volverá usted a Sevilla… ¿En qué punto desea usted servir?

―En el que vuecencia disponga, mi general.

―Está bien, irá usted a Zaragoza. Aquella administración militar está endiablada, quiero que usted dé ejemplo con su regimiento para ver si entran en cintura varios asentistas y proveedores… Además, en Zaragoza, que no es puerto de mar, deben escasear los papagayos ―añadió Narváez sonriendo mientras estrechaba afectuosamente la mano del coronel.

(Continuará)


(1) Ramón María Narváez y Campos, I Duque de Valencia (Loja, 1800 - Madrid, 1868), fue siete veces Presidente del Consejo de Ministros entre 1844 y 1868. Tras destacar en las Guerras Carlistas, fue ascendido a mariscal de campo (1838) y elegido diputado a Cortes. De ideología liberal, se enfrentó a Espartero y, en 1844, con la mayoría de edad de Isabel II, se convirtió en presidente del gobierno impulsando entonces la Constitución de 1845. Entre 1845 y 1851 ocupó de nuevo el cargo, y sofocó eficazmente varios motines que no eran sino un reflejo de la Revolución de 1848. Entre 1856 y 1868 presidió tres gobiernos que destacaron por su política represiva y la introducción de reformas. Cinco meses después de su fallecimiento, caería la reina Isabel.
(2) Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, capítulo VII. Sancho se disculpa ante don Quijote por haberle pedido un aumento de su salario como escudero al saber que el bachiller Sansón Carrasco se ha ofrecido para tal menester: “Y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer, la cual, cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere; pero en efecto, el hombre ha de ser hombre; y la mujer, mujer; y pues yo soy hombre dondequiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese a quien pesare”.

viernes, febrero 15, 2013

Thebussem (XL)


Desnudo del papagayo, Ignacio de Zuloaga (1906), Colección particular, foto cedida por Li Taipo

Un papagayo (historia verdadera), una crítica thebussiana al estamento militar y a la sociedad del momento (I)

El cuento que editamos a continuación fue compuesto por Thebussem para la revista literaria Vida Nueva, donde apareció en el primer número de enero de 1899. La publicación, entre cuyos colaboradores figuraba desde su fundación el ilustre asidonense (ya en el número 2, de 19 de junio de 1898), fue dirigida en su primera etapa por Eusebio Blasco y contaba en su consejo de redacción con personalidades como Blasco Ibáñez, Mariano de Cavia o Pérez Galdós, y entre sus colaboradores con Castelar, Unamuno, Ramiro de Maeztu o Ángel Ganivet. Su ideario venía a recoger el llamado más tarde “espíritu del 98” y se sitúa por algunos entre el socialismo y el regeneracionismo, aunque más bien habría que pensar en un grupo que sólo excluye el reaccionarismo. La revista fue censurada por los arzobispos de Sevilla y Tarragona, quienes prohibieron a sus fieles su adquisición. Por otro lado, contribuyó, ya en su segunda etapa (Dionisio Pérez la dirige desde octubre de 1899) al descubrimiento de nuevos valores del momento como Valle-Inclán, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez.

Un papagayo (historia verdadera) sería reeditado ese mismo año en la antología de escritos thebussianos Futesas literarias (Barcelona, Juan Gili, “Colección Elzevir Ilustrada", 1899, pp. 109-118); en 1902, en la Cuarta ración de artículos (Madrid, Rivadeneyra, pp. 207-212); años más tarde en El Álbum Íbero-Americano (Madrid, 14 de julio de 1909, pp. 308-309); y muy recientemente, por Luis Puelles Romero, en “La Caja de oro“ y otros escritos del Dr. Thebussem (Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2000, pp. 249-255). Aquí se indica erróneamente que el escrito es de 1900.

Un papagayo (historia verdadera)

A don Juan Navarro Reverter(1)

Por los años de mil ochocientos cuarenta y tantos vivían en una modesta casa de la calle de Francos, de Sevilla, frontera a la sombrerería de Calvo, dos muchachas graciosas y discretas que ganaban honradamente su vida trabajando en costura.

Eran conocidas por “las Papagayas”. Semejante apodo provenía de que, entre las macetas y canarios del balcón, se hallaba un papagayo de tal lengua y tal entendimiento, que era una maravilla en su género. Pronunciaba admirablemente las palabras “¡qué rico!, ¡qué risa!, Rosita, Ricardo, Rosario, ¡cobarde!, ¡fea!, ¡valiente!, ¡rabia, no te quiero!”, y otras por el estilo. Era el pájaro el encanto de los vecinos, y en particular de los oficiales de la sombrerería de enfrente.

Aun cuando la advertencia sea tonta, debemos declarar que al buen loro le pasaba lo que a los jugadores de monte o de ruleta, es decir, que acertaba o no acertaba. Al pasar un pobre ciego o un aguador, por ejemplo, les espetaba un “¡qué bonita eres!”, y al ver a dama elegante, en vez de piropo, solía soltar una grosera voz o palabrota que no venía a pelo. Y el público, sin embargo, aplaudía al loro, lo mismo en sus aciertos que en sus disparates. Y lo más estupendo del caso es que no solamente las mujeres sino los mismos hombres parecían estimar los requiebros del loro, y ofenderse o no agradarles las desvergüenzas que espetaba. ¡Tal es la debilidad de la raza humana!

***

El coronel Ruiz, que llevaba seis u ocho meses de guarnición en Sevilla, era militar bizarro y cumplido caballero. Se había portado noblemente en la primera guerra carlista, ganando todos los ascensos con la punta de su espada, por cuya razón ostentaba en el pecho la cruz laureada de San Fernando. Su esposa doña Rosario, malagueña arrogante moza, escuchó al atravesar la calle de Francos, cierta voz chillona que repetía: “¡Rosario, Rosario!”; y al volver instintivamente la cara, le agregan: “¡Fea, fea!”

La dama se puso roja como la grana. Una pobre mujer del pueblo trató de serenarla, diciendo: “Señora, no haga usted caso, que usted es muy guapa, y quien habla es ese maldito loro que, según las cosas que dice, debe de tener a los mismísimos demonios metidos en el cuerpo”.

Cuando la coronela llegó a su casa, llena de irritación y enojo, y refirió la aventura al marido, éste soltó una carcajada diciendo enseguida: “Mujer, no seas estúpida; ni los loros saben lo que dicen, ni tú tienes nada de fea. Ríete de la ocurrencia como yo me río”.

Al poco tiempo pasó el coronel Ruiz por la consabida calle, y al sonar las voces de “¡melitar, melitar!”, recordó el suceso de su consorte; y echando una mirada despreciativa al balcón de las Papagayas, se sonrió siguiendo su camino adelante. A los pocos días llegó intencionadamente al mismo sitio, y entonces, entre otros graznidos y palabras, resonaban con la mayor claridad las de “¡melitar… cobarde…, cobarde…, cobardeee!”

Y aquel hombre, que no temía ni a los hombres ni a las balas ni a los grandes peligros, se estremeció y palideció. Su razón y su serenidad le hicieron comprender en el acto que mostrar enojo y sacar la espada para un loro, sería aventura casi igual a la de Don Quijote con el retablo de maese Pedro. Cuando el coronel relató a su esposa lo ocurrido, ésta rompió a reír diciendo: “Hombre, no seas estúpido; ni los loros saben lo que dicen, ni tú tienes nada de cobarde. Ríete de la ocurrencia como yo me río”.

(Continuará)

(1) Juan Navarro Reverter (1844-1924), político y escritor, fue ministro de Hacienda con Cánovas entre 1895 y 1897. A la muerte de éste, pasó al Partido Liberal, y ocuparía la misma cartera ministerial en otras tres ocasiones. Fue también ministro de Estado, presidente del Consejo de Estado y senador vitalicio (desde 1903).

jueves, febrero 07, 2013

El lamento de Ariadna (XIII)


Ariadna, fragmento de Las nupcias de Baco y Ariadna, Guido Reni (1638-1640), Pinacoteca Nazionale di Bologna
El lamento de Ariadna (XIII)

Lógicamente, el asunto de Ariadna abandonada sirvió de pretexto a los artistas barrocos para el estudio del desnudo femenino en poses más o menos cargadas de movimiento atendiendo a la intensidad dramática del momento que se quisiese reflejar.

El pintor boloñés Guido Reni (1575-1642), que contaba con el reciente ejemplo del fresco que Annibale Carraci pintara para el Palacio Farnese de Roma (1595-1605), realizó entre 1638 y 1640 una nueva versión de Las nupcias de Baco y Ariadna por encargo del cardenal Barberini pero destinada a Enriqueta María de Borbón, esposa del rey de Inglaterra Carlos I Estuardo. De la obra se conserva sólo un fragmento de 220 x 150 cm que guarda la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, donde fue depositado por la Fondazione del Monte. Ejecutado en Bolonia, el lienzo fue enviado a Roma para su traslado a Inglaterra, pero los dramáticos hechos allí acontecidos, que terminarían con la decapitación del rey, hicieron que permaneciese en Italia hasta que la propia Enriqueta lo vendió en 1648 para sanear su economía, pasando entonces a la colección del banquero Michel Particelli d´Hémery, tras  cuya muerte fue destruida parcialmente por un incendio (1650). La figura de Ariadna que, sentada sobre una roca en la playa, recibe la corona que presagia su transformación en constelación, debió de ser recompuesta posteriormente para su venta. Podemos hacernos una idea de la composición completa atendiendo a la reconstrucción que se halla en el Palacio de Montecitorio de Roma.    

Reni había pintado anteriormente el lienzo Baco y Ariadna en Naxos (1619-1621), hoy en el County Museum of Art de Los Ángeles, pero más que ambas pinturas, centradas en la teofanía, nos interesa la más desconocida Ariadna de su discípula Elizabetta Sirani, cuyos restos reposan en la basílica boloñesa de Santo Domingo junto a los de su maestro.  

Ariadna, Elizabetta Sirani, Archangelsk Museum de Moscú, http://www.foroxerbar.com
Elizabetta (Bolonia, 1638-1665) era hija del primer ayudante de Guido Reni,  Giovanni Andrea Sirani, junto al que estudió y de cuyo taller se hizo cargo cuando le invalidó la gota. Profesional desde los 19 años gracias al apoyo del conde Carlo Cesare Malvasia, reunió a su alrededor un grupo de mujeres pintoras entre las que se contaban sus hermanas Barbara y Anna Maria. Estimada por su modestia, belleza y cultura, fue una artista prolífica, hasta el punto de que muchos dudaron de sus capacidades y se vio obligada a realizar demostraciones públicas de las mismas. Reconocida por su pintura religiosa, especialmente por las escenas de la Virgen con el Niño, se le reprocha cierta dureza en el dibujo de la anatomía, lo que podría justificarse atendiendo a que probablemente no se le permitió, por su condición femenina, ejercitarse en el dibujo del natural con modelos vivos. El óleo Ariadna (208 x 170) refleja el amargo despertar de la joven princesa cretense quien, entre los cortinajes y rocas que abrigan su lecho, divisa ya lejos, en un mar embravecido bajo tormentoso cielo, la vela del bajel de su amado. La acertada composición queda un tanto deslucida por el dibujo de la pierna izquierda cuyo fémur es, quizá, demasiado largo.
Ariadna en Naxos con Baco en la distancia, Alessandro Varotari
De Alessandro Varotari, conocido como Il Padovanino (Padua, 1588 - Venecia, 1649), pintor fuertemente influenciado por Tiziano, se ha subastado recientemente en la galería Sotheby´s el lienzo Ariadna en Naxos con Baco en la distancia, cuyo argumento es un simple pretexto para el derroche de sensualidad que se nos ofrece. Entre las luces de la mañana se vislumbra el cuerpecillo desnudo y blanquecino de Baco, que parece agitar sus brazos. Más allá, los tonos se van enfriando aún más, en perfecta gradación cromática, para mostrarnos el mar (una mínima mota nos hace adivinar el barco de Teseo) y el celaje. Incorporada sobre un lecho de púrpura y apoyada en rico cojín, Ariadna hace cómplice de su suerte al espectador mientras cubre delicadamente su sexo. Las rosas anuncian las nupcias que vendrán o recuerdan las pasadas; las joyas, el cabello recogido y el perrillo recostado son símbolos del matrimonio. Este último es elemento habitual en los desnudos de Tiziano en los que se inspira Varotari: la Venus de Urbino o Dánae.

Ariadna, Paulus Bor
Nada que ver con la anterior tiene la visión de Ariadna atribuida al pintor holandés Paulus Bor (Amesfoort, h. 1601-1669) que hoy expone el Muzeum Narodowe de Poznan. Realizado entre 1630 y 1635, este óleo  (149 x 106 cm) es testimonio de la influencia de Caravaggio  en el artista, quien entre 1623 y 1626, gracias a la holgada posición de su católica familia, disfrutó de una estancia en Roma que le permitió conocer las corrientes pictóricas del momento. Allí formó parte del grupo Bentvueghels con el seudónimo Orlando. De regreso a su tierra natal, ingresaría en el gremio de San Lucas y participaría, invitado por el maestro Jacob Van Campen, de quien recibió también notable influjo, en la decoración del palacio Huis Honselaarsdijk (1630).  Las pocas obras que de él se conservan se caracterizan por sus composiciones poco habituales, una técnica un tanto primitiva y la presencia de objetos misteriosos y simbólicos. Su Ariadna más bien parece una recatada campesina que acaba de ser ultrajada que una princesa. Aterida de frío, intentando ocultarnos su desnudez, se asoma tímida desde el interior de una habitación: el hilo que diera a Teseo cae de su regazo hasta una cajita redonda entreabierta. Sus pies desnudos buscan darse calor.

martes, febrero 05, 2013

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (XL)



Desde estos días, y en los habituales puntos de venta de Medina Sidonia, puede adquirirse el libro

Medina Sidonia
durante la
Guerra de la Independencia
(1808-1814),


 publicado por la Asociación Cultural Puerta del Sol, al módico precio de 15 euros.


A lo largo de casi 1.200 páginas, y en dos tomos, Jesús Romero Valiente hace un minucioso recorrido por la Medina Sidonia de este momento, ofreciéndonos el panorama que presentaba la ciudad al inicio de la guerra, lo acontecido a partir de la declaración de la misma durante 1808 y 1809, una precisa descripción de la ocupación francesa entre 1810 y 1812, el relato de la jura y proclamación de la Constitución de Cádiz, y la formación del primer Ayuntamiento Constitucional en 1812... Son de especial interés los capítulos que dedica a la transcripción de documentos, biografías y láminas ilustrativas (muchas de ellas muy novedosas y varias acuarelas del autor). Finaliza el segundo volumen con un apéndice de Salvador Montañés, Manuel Montañés y Alberto Ocaña sobre la utilización del castillo durante la ocupación napoleónica, y otro de Antonio Pérez-Rendón, que edita y estudia dos preciosos textos de la época.

PUNTOS DE VENTA

Papelería Iris, c/ Álamo
Prensa Pascuala, c/ Álamo
Oficina de Turismo, c/ San Juan
Yacimiento romano (Cloacas), c/ Ortega
Iglesia de Santa María, Plaza de la Iglesia

Para cualquier consulta, puedes contactar con nosotros a través de este blog.

viernes, febrero 01, 2013

Thebussem (XXXIX)


Primer ómnibus, ideado por George Shillibeer en 1827. Tomado de http://en.wikipedia.org 


El número 1248, otro cuento gaditano de Thebussem (y III)

―Señores, ¡al coche, que es tarde! ―gritó el mayoral.

Entramos en el ómnibus. Aunque el tío Currito se repuso pronto y no iba alicaído, ninguno de los hombres quiso recordar la escena del ventorrillo, pero una moza de cántaro exclamó:

―Tío Currito, ¡bien han camelado a Vm. para comprarle el billete! Creí que era Vm. hombre de agallas, y me sale usted un bobalicón. ¡Digo, haber vendido su suerte! ¡Qué lástima!

―¡Señora! ¿Qué está Vm. diciendo?

―Pues, hijo, lo que Vm. oye; que es una lástima lo que ha pasado: eso es lo que estoy diciendo y lo que repito, por si es Vm. tardo del oído.

―Comadre, no se sulfure Vm. Muy verdad que es una lástima lo que ha sucedido, pero esa lástima no me la aplique Vm. a mí; ¡guárdela Vm. para el Chato cuando esta noche se cale las antiparras(1) y vea que el medio billete compañero de éste (y volvió a sacarlo con ligereza de su cartera) es de la lotería que se jugó hace tres meses! ―Señora ―continuó diciendo el orador con sorna y en medio de la sorpresa del auditorio―, para dispensar lástimas es necesario tentarse la ropa, andar con pies de plomo y tener muchísimo cuidado.


El Doctor Thebussem


Huerta de Cigarra

(1) Las gafas.
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