Ariadna, fragmento de Las nupcias de Baco y Ariadna, Guido Reni (1638-1640), Pinacoteca Nazionale di Bologna |
El lamento de Ariadna (XIII)
Lógicamente, el asunto de Ariadna abandonada sirvió de pretexto a los artistas barrocos para el estudio del desnudo femenino en poses más o menos cargadas de movimiento atendiendo a la intensidad dramática del momento que se quisiese reflejar.
El pintor boloñés Guido Reni (1575-1642), que contaba con el reciente ejemplo del fresco que Annibale Carraci pintara para el Palacio Farnese de Roma (1595-1605), realizó entre 1638 y 1640 una nueva versión de Las nupcias de Baco y Ariadna por encargo del cardenal Barberini pero destinada a Enriqueta María de Borbón, esposa del rey de Inglaterra Carlos I Estuardo. De la obra se conserva sólo un fragmento de 220 x 150 cm que guarda la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, donde fue depositado por la Fondazione del Monte. Ejecutado en Bolonia, el lienzo fue enviado a Roma para su traslado a Inglaterra, pero los dramáticos hechos allí acontecidos, que terminarían con la decapitación del rey, hicieron que permaneciese en Italia hasta que la propia Enriqueta lo vendió en 1648 para sanear su economía, pasando entonces a la colección del banquero Michel Particelli d´Hémery, tras cuya muerte fue destruida parcialmente por un incendio (1650). La figura de Ariadna que, sentada sobre una roca en la playa, recibe la corona que presagia su transformación en constelación, debió de ser recompuesta posteriormente para su venta. Podemos hacernos una idea de la composición completa atendiendo a la reconstrucción que se halla en el Palacio de Montecitorio de Roma.
Reni había pintado anteriormente el lienzo Baco y Ariadna en Naxos (1619-1621), hoy en el County Museum of Art de Los Ángeles, pero más que ambas pinturas, centradas en la teofanía, nos interesa la más desconocida Ariadna de su discípula Elizabetta Sirani, cuyos restos reposan en la basílica boloñesa de Santo Domingo junto a los de su maestro.
Elizabetta (Bolonia, 1638-1665) era hija del primer ayudante de Guido Reni, Giovanni Andrea Sirani, junto al que estudió y de cuyo taller se hizo cargo cuando le invalidó la gota. Profesional desde los 19 años gracias al apoyo del conde Carlo Cesare Malvasia, reunió a su alrededor un grupo de mujeres pintoras entre las que se contaban sus hermanas Barbara y Anna Maria. Estimada por su modestia, belleza y cultura, fue una artista prolífica, hasta el punto de que muchos dudaron de sus capacidades y se vio obligada a realizar demostraciones públicas de las mismas. Reconocida por su pintura religiosa, especialmente por las escenas de la Virgen con el Niño, se le reprocha cierta dureza en el dibujo de la anatomía, lo que podría justificarse atendiendo a que probablemente no se le permitió, por su condición femenina, ejercitarse en el dibujo del natural con modelos vivos. El óleo Ariadna (208 x 170) refleja el amargo despertar de la joven princesa cretense quien, entre los cortinajes y rocas que abrigan su lecho, divisa ya lejos, en un mar embravecido bajo tormentoso cielo, la vela del bajel de su amado. La acertada composición queda un tanto deslucida por el dibujo de la pierna izquierda cuyo fémur es, quizá, demasiado largo.
Lógicamente, el asunto de Ariadna abandonada sirvió de pretexto a los artistas barrocos para el estudio del desnudo femenino en poses más o menos cargadas de movimiento atendiendo a la intensidad dramática del momento que se quisiese reflejar.
El pintor boloñés Guido Reni (1575-1642), que contaba con el reciente ejemplo del fresco que Annibale Carraci pintara para el Palacio Farnese de Roma (1595-1605), realizó entre 1638 y 1640 una nueva versión de Las nupcias de Baco y Ariadna por encargo del cardenal Barberini pero destinada a Enriqueta María de Borbón, esposa del rey de Inglaterra Carlos I Estuardo. De la obra se conserva sólo un fragmento de 220 x 150 cm que guarda la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, donde fue depositado por la Fondazione del Monte. Ejecutado en Bolonia, el lienzo fue enviado a Roma para su traslado a Inglaterra, pero los dramáticos hechos allí acontecidos, que terminarían con la decapitación del rey, hicieron que permaneciese en Italia hasta que la propia Enriqueta lo vendió en 1648 para sanear su economía, pasando entonces a la colección del banquero Michel Particelli d´Hémery, tras cuya muerte fue destruida parcialmente por un incendio (1650). La figura de Ariadna que, sentada sobre una roca en la playa, recibe la corona que presagia su transformación en constelación, debió de ser recompuesta posteriormente para su venta. Podemos hacernos una idea de la composición completa atendiendo a la reconstrucción que se halla en el Palacio de Montecitorio de Roma.
Reni había pintado anteriormente el lienzo Baco y Ariadna en Naxos (1619-1621), hoy en el County Museum of Art de Los Ángeles, pero más que ambas pinturas, centradas en la teofanía, nos interesa la más desconocida Ariadna de su discípula Elizabetta Sirani, cuyos restos reposan en la basílica boloñesa de Santo Domingo junto a los de su maestro.
Ariadna, Elizabetta Sirani, Archangelsk Museum de Moscú, http://www.foroxerbar.com |
Ariadna en Naxos con Baco en la distancia, Alessandro Varotari |
De Alessandro Varotari, conocido como Il Padovanino (Padua, 1588 - Venecia, 1649), pintor fuertemente influenciado por Tiziano, se ha subastado recientemente en la galería Sotheby´s el lienzo Ariadna en Naxos con Baco en la distancia, cuyo argumento es un simple pretexto para el derroche de sensualidad que se nos ofrece. Entre las luces de la mañana se vislumbra el cuerpecillo desnudo y blanquecino de Baco, que parece agitar sus brazos. Más allá, los tonos se van enfriando aún más, en perfecta gradación cromática, para mostrarnos el mar (una mínima mota nos hace adivinar el barco de Teseo) y el celaje. Incorporada sobre un lecho de púrpura y apoyada en rico cojín, Ariadna hace cómplice de su suerte al espectador mientras cubre delicadamente su sexo. Las rosas anuncian las nupcias que vendrán o recuerdan las pasadas; las joyas, el cabello recogido y el perrillo recostado son símbolos del matrimonio. Este último es elemento habitual en los desnudos de Tiziano en los que se inspira Varotari: la Venus de Urbino o Dánae.
Ariadna, Paulus Bor |
Nada que ver con la anterior tiene la visión de Ariadna atribuida al pintor holandés Paulus Bor (Amesfoort, h. 1601-1669) que hoy expone el Muzeum Narodowe de Poznan. Realizado entre 1630 y 1635, este óleo (149 x 106 cm) es testimonio de la influencia de Caravaggio en el artista, quien entre 1623 y 1626, gracias a la holgada posición de su católica familia, disfrutó de una estancia en Roma que le permitió conocer las corrientes pictóricas del momento. Allí formó parte del grupo Bentvueghels con el seudónimo Orlando. De regreso a su tierra natal, ingresaría en el gremio de San Lucas y participaría, invitado por el maestro Jacob Van Campen, de quien recibió también notable influjo, en la decoración del palacio Huis Honselaarsdijk (1630). Las pocas obras que de él se conservan se caracterizan por sus composiciones poco habituales, una técnica un tanto primitiva y la presencia de objetos misteriosos y simbólicos. Su Ariadna más bien parece una recatada campesina que acaba de ser ultrajada que una princesa. Aterida de frío, intentando ocultarnos su desnudez, se asoma tímida desde el interior de una habitación: el hilo que diera a Teseo cae de su regazo hasta una cajita redonda entreabierta. Sus pies desnudos buscan darse calor.