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martes, enero 03, 2012

El vellocino de Gedeón


El milagro del vellocino de Gedeón, iluminación atribuida a Bernt Notke (1494), Biblia Sacra Germanica (Biblia de Nuremberg)
Cuentan los capítulos 6 y 7 del libro de Jueces que, habiendo hecho mal los israelitas a ojos de Yavé (periódicamente les sobrevenían episodios de idolatría), éste los castigó poniéndolos bajo el poder de los madianitas, lo que los obligó a vivir en cavernas en tanto sufrían la devastación de sus campos y rebaños. Clamaron entonces a Yavé, quien se apiadó de ellos y les envió un ángel el cual, bajo el terebinto de Ofra, profetizó al joven Gedeón, hijo de Joás, de la tribu de Abiazar, mientras aventaba trigo para esconderlo de Madián, que él debía convertirse en el libertador de su pueblo. Incrédulo el muchacho preguntó cómo podría hacerlo pues su familia no era la más noble y él mismo el más pequeño de su casa. El ángel le respondió que estaría a su lado y que no debía dudar de la victoria. Gedeón pidió entonces una señal que le permitiese estar seguro del apoyo celestial y dispuso la ofrenda de un cabrito y unos panes ácimos sobre una roca. El ángel tocó con su báculo los alimentos, surgió fuego de la piedra y desapareció. El muchacho se convenció entonces de que se trataba del ángel de Yavé y levantó un altar en dicho lugar. Aquella misma noche Yavé ordenó a Gedeón que tomara el toro de siete años que tenía su padre, derribara el altar que éste había levantado en honor de Baal y talara el bosque que había sido consagrado a la profana religión para, con su leña, hacer una pira en la que sacrificara un segundo toro. Hecho así con la ayuda de diez criados de la casa, pero de noche para evitar ser visto, la mañana descubrió el suceso, y Gedeón fue acusado de la afrenta a Baal. Su padre salió en su socorro argumentando que, si Baal era Dios, él mismo podría defenderse.

Gedeón seleccionando a su ejército, Christian Eduard Böttcher, 1908. New York Public Library
Ante un nuevo ataque de Madián, Amalec y los hijos de Oriente, Gedeón capitaneó a los abiazaritas y reunió tropas de otras tribus para hacerles frente. Con todo, pidió una nueva prueba divina: colocaría un vellón de lana en la era para que se cubriese de rocío por la noche mientras el resto del suelo permanecía seco. Así sucedió. Luego solicitó a Yavé que sucediese lo contrario: y todo el campo se cubrió de rocío mientras el vellón permaneció seco. Mientras Gedeón preparaba  su campamento Yavé le dijo por dos veces que su ejército era numeroso en exceso y que sólo bastaban para la victoria los hombres que al beber las aguas que manaban de la fuente de Harod no doblasen las rodillas sino que las tomaran con su mano lamiéndola de ella. Resultaron ser éstos sólo trescientos. Los demás se retiraron por orden de Yavé. 

La batalla de Gedeón contra los madianitas, Nicolas Poussin (1625), Pinacoteca Vaticana
Tomando entonces sus soldados cántaros y trompetas, bajaron en la noche hasta el valle en que acampaban los enemigos y, siguiendo las órdenes de su caudillo, rompieron los cántaros, atronaron con sus trompetas y con teas encendidas infundieron el terror en el campamento de Madián, donde, confundidos, unos se mataban a los otros. Vencedor, Gedeón facilitó a los hombres de Efraím que se apoderaran de los príncipes Oreb y Zeb, pero aquéllos reprocharon al joven que no los hubiese llamado para el combate, reproche que acalló éste diciéndoles que era de Dios la victoria. Gedeón cruzó luego el Jordán con sus trescientos hombres persiguiendo a los reyes Zebaj y Salmana, y pidió pan para su tropa a las gentes de Sucot y de Fanuel. Como se lo negaran, Gedeón les amenazó y, tras derrotar a los dos fugitivos reyezuelos, castigó a los ancianos de Sucot desgarrando sus carnes con espinas y cardos del desierto, y arrasó la fortaleza de Fanuel.

Los israelitas proclamaron su soberano a Gedeón quien mantuvo la tierra en paz durante cuarenta años. A su muerte, ya anciano, los israelitas se prostituyeron de nuevo ante los baales.

lunes, enero 02, 2012

La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos (1430-2011)


Códice de Trajes, Anónimo (h. 1547), B.N.E.

Ordinis Andream patronum deligo. Fient
per tres sacra dies. Prior horum praelia ligno
Andresina sacro fixosque in bina lacertos
cornua uitalem celebrabit et Ordine mortem.
Vestibus in rubris ueniet tunc turba decori
uelleris, ut partos ostendat sanguine coelos
uirtutisque decus summo constare labore
illustresque uiros in funera iusta paratos
et quoties deceat proprium praestare cruorem.
Inferias alii dabimus. Tunc syrmata ferre
nigra decet flentesque pati sociosque peremptos
solari et notis lachrymas urgere sepulchris.
Tertius albentes clamides uestitus ad aras
thura dabit sanctae Matris, de corpore cuius
bellator pius ille uenit candentibus armis,
qui nisi Golgotheo subiisset praelia campo,
nulla reformatos intrassent corpora coelos.

Sed famulis exempla ferens contemnere mortem,
ausus adire uiam, nulli tentata uirorum
horrebat quae dura nimis, quae sentibus altis
frangebat nostras acies dextrasque potentes
acriter obiecti terrebat imagine ponti.

De militia Principis Burgundi (vv. 3, 143-164), Álvar Gómez de Ciudad Real


(Traducción)

Elijo a san Andrés como patrón de la Orden, y sus celebraciones tendrán lugar durante tres días. El primero de ellos conmemorará el martirio de san Andrés en el leño sagrado, sus brazos clavados en dos maderos y su muerte, que le dio vida gracias a nuestra Orden. Vestida de rojo vendrá entonces la tropa del honorable Vellocino para mostrar que los cielos se ganan con sangre, que la honra de la virtud cuesta muchísimo esfuerzo y que los caballeros ilustres están dispuestos a morir por una causa justa y a ofrecer su propia sangre cada vez que convenga. El segundo día haremos exequias. Convendrá entonces llevar túnicas negras, sufrir llorando, rezar por los compañeros perdidos y cargar de lágrimas sus renombrados sepulcros. El tercero, vestido con clámides como el alba, ofrendará incienso ante los altares de la Santa Madre, de cuyo cuerpo nació aquel piadoso guerrero de armas ardorosas. Pues si Él no hubiese sufrido martirio en el descampado del Gólgota, ningún cuerpo habría entrado en los renovados cielos. Pero dando ejemplo a sus siervos, osó despreciar la muerte y emprender un camino que, al no haber sido tanteado por ningún hombre, daba horror por su excesiva dureza; que quebrantaba con sus altos zarzos nuestros batallones y que aterrorizaba sus poderosas diestras con el espejismo de un mar enfrentado y cargado de violencia.

El pasado miércoles pude contemplar el precioso dibujo anónimo a plumilla y aguada que ilustra la procesión de los caballeros de la Orden del Toisón de Oro a la que aluden estos versos, para mí tan conocidos, del poema en hexámetros latinos de Álvar Gómez de Ciudad Real De militia Principis Burgundi, que edité y traduje hace unos años bajo el título de La Orden de Caballeros del Príncipe de Borgoña. El poeta los ponía en boca del fundador de la misma, Felipe el Bueno, duque de Borgoña, quien en 1430, durante sus bodas con Isabel de Portugal, quiso reunir en ella, bajo los ideales caballerescos de la Santa Cruzada y sin que el título de caballero se considerase hereditario, a los más ilustres próceres de sus dominios. La cabeza de la Orden pasaría a Carlos V con la herencia de los Habsburgo y, en consecuencia, a la monarquía española. Del collar que distingue a sus componentes pende la figurilla de un carnero de oro que muchos se habían afanado en relacionar únicamente con el vellocino de oro del héroe Jasón, pero que nuestro Gómez de Ciudad Real vincula mejor al vellocino del bíblico Gedeón, prefiriendo, como buen erasmista, este origen cristiano a la interpretación alegórica tan del gusto del fundador de la Caballería.

El dibujo se muestra en el marco de la magnífica exposición La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos (1430-2011), que podremos seguir contemplando en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid hasta el 26 de febrero de 2012. El completo recorrido por los retratos de los maestres de la Orden, los textos que reflejan sus estatutos y sus símbolos sagrados culmina con un instructivo documental sobre la suerte de la Fraternidad en los últimos años y un catálogo en el que encontramos artículos de Fernando Checa Cremades, Joaquín Martínez-Correcher y Gil (ambos comisarios de la muestra) y Víctor Mínguez.

Felipe el Bueno, Taller de Van der Weyden (h. 1460), Palacio Real de Madrid

domingo, febrero 08, 2009

Álvar Gómez de Ciudad Real (I)


Un poema latino sobre la Orden del Toisón de Oro

La Orden de Caballeros del Príncipe de Borgoña, publicado en Alcañiz-Madrid (2003, dos tomos) por el Instituto de Estudios Humanísticos, Ediciones Laberinto y el CSIC, gracias al apoyo que siempre nos brindó don José María Maestre Maestre, catedrático de Lengua Latina de la Universidad de Cádiz, contiene la primera edición crítica y la traducción anotada del poema latino en hexámetros De militia Principis Burgundi. Lo escribió en el primer tercio del siglo XVI Álvar Gómez de Ciudad Real, aristócrata alcarreño de origen converso al servicio del Duque del Infantado, con la intención de glorificar a la Orden del Toisón de Oro y a su nuevo soberano, al mismo tiempo nuevo rey de Hispania, Carlos I. El poeta vincula el nacimiento de la Orden a la historia del vellocino del héroe bíblico Gedeón, prefiriendo, como buen erasmista, esta justificación cristiana a la interpretación alegórica que remontaba sus orígenes al mito de Jasón y el vellocino de oro, tan del gusto del fundador de la Caballería, el duque de Borgoña Felipe el Bueno. El elogio del nuevo monarca hispano recoge las proclamas del mesianismo imperial que fueron habituales en la primera parte de su reinado. El poema fue editado en Toledo (1540) a expensas del hijo de Álvar Gómez, ya fallecido. Conoció una reedición sólo un año después (Alcalá de Henares). En ambas se añaden las aclaraciones o escolios con que lo ilustró el maestro toledano Alejo Venegas de Busto, notas interesantísimas por la cantidad de datos históricos, geográficos, literarios... que contienen. En nuestra introducción ofrecemos unos apuntes sobre la poco conocida biografía del autor y el catálogo de sus obras, así como un estudio detallado del poema (problemas de datación, fuentes literarias, análisis métrico y de estilo). En un apéndice final reproducimos la traducción del poema que hizo en 1546 el bachiller Juan Bravo.


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