Plaza de la Iglesia Mayor de Medina Sidonia a comienzos del siglo XX |
¡Viva la Pepa! (VII)
Escena 3
Joaquín, Alfonso, el presbítero, María la Sacristana (con hábito de Jesús muy gastado)
Plaza de la Iglesia Mayor.
Alfonso: Entonces, según ha dicho el secretario, habrá Cortes que elegiremos los ciudadanos.
Presbítero: Así es, los vecinos se reunirán en juntas parroquiales, de éstas saldrán representantes que se reunirán en la cabeza de partido con los de los otros pueblos. Éstos escogerán a los representantes del partido que acudirán a una junta provincial en la capital para nombrar a los diputados que correspondan a cada provincia, uno por cada 70.000 almas.
Joaquín: Pues sí que es complicada la cosa. ¿Y qué dijo que pedían para ser diputado?
Presbítero: Pues ser ciudadano con todos los derechos, tener más de 25 años, haber nacido en la provincia a la que se quiera representar y tener una renta proporcionada procedente de bienes propios.
María la Sacristana: En fin, Joaquinito, que eso no va con nosotros.
Alfonso: Y además, habrá Cortes todos los años.
Presbítero: Sí señor, y habrán de reunirse en Madrid al menos por tres meses a partir de primeros de marzo.
Joaquín: Pero, ¿es que ya no hay franceses en Madrid?
Joaquín: Pero, ¿es que ya no hay franceses en Madrid?
Alfonso: Mira que eres carajote, Joaquín. ¡Qué esto es para cuando se vayan, que será pronto!
María la Sacristana: Y cuando vuelva nuestro rey, que con el esfuerzo de los patriotas y la ayuda de Lord Wellington será pronto.
Joaquín: ¿Y quién mandará más, el rey o las Cortes?
Presbítero: Pues las Cortes harán las leyes y el rey dirá que sí o que no.
Joaquín: ¡Y si dice que no, ya la hemos liado!
Presbítero: En ese caso, al año siguiente se podrá tratar otra vez el tema.
Joaquín: ¿Y si el rey dice que nones?
Presbítero: Pues para el año siguiente. Y entonces al rey no le quedará otro remedio que dar su aprobación.
Alfonso: O sea, que a la tercera va la vencida.
Presbítero: Así es.
María la Sacristana: ¿Y usted se lo cree, pater?
Presbítero: No queda otro remedio, es lo que han decidido en Cádiz, y el rey tendrá que aceptarlo, y jurar la Constitución.
Escena 4
Los mismos
Sube a un estrado situado junto a la escalinata de la Iglesia Mayor don Francisco Simón.
Francisco Simón: Artículo 242. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a los tribunales. Artículo 243. Ni las Cortes ni el Rey podrán ejercer en ningún caso las funciones judiciales…
Alfonso: Esto de los códigos y los tribunales es lo que menos entiendo.
Joaquín (a Alfonso): No te preocupes, que ya te lo explicará el pater luego en la iglesia.
María la Sacristana: Callaos, que ya estamos otra vez con las cabezas de partido.
Joaquín: ¿Y eso qué era?
Francisco Simón: … Y en cada cabeza de partido habrá un juez de letras con un juzgado correspondiente.
Presbítero (con aire de suficiencia): Pues nada, tendremos juez en Medina seguramente.
Francisco Simón: Artículo 274. Las facultades de estos jueces se limitarán precisamente a lo contencioso, y las leyes determinarán hasta de qué cantidad podrán conocer en los negocios civiles sin apelación.
Alfonso: A fe mía que no entiendo un pimiento.
Presbítero: Dice que el juez del partido sólo podrá juzgar en determinados casos.
María la Sacristana: ¿Y entonces, el corregidor?
Presbítero: Me parece que habrá que olvidarse de ellos. Escucha…
Francisco Simón: Artículo 282. El alcalde de cada pueblo ejercerá en él el oficio de conciliador, y el que tenga que demandar por negocios civiles o por injurias deberá presentarse a él con este objeto.
Presbítero: O sea, que el alcalde podrá poner de acuerdo a las partes para evitar ir al juzgado y tener que hacer gastos.
Alfonso: Eso me parece acertado.
Joaquín: Natural, con lo que tú miras por un cuarto…
María la Sacristana: No lo sabes tú bien, que no echa en el cepillo ni en la función de Santa Ana. ¡Mira que es “encogío”!
Alfonso: ¿Qué sabrás tú? Si el Levante ha dejado una pasera bajo las higueras y la mitad de la fruta de este verano sólo ha servido para dar de comer a los cochinos.
Presbítero: Mirad, ahora habla de la pena de prisión, y dice que antes de meter a uno en la cárcel deberá decírsele el porqué y se le presentará un mandamiento del juez. Que se le tomará declaración pero sin juramento. Que las prisiones serán dignas y que no se podrá torturar a nadie.
María la Sacristana: Dios nos libre.
Alfonso y Joaquín: Así sea.
Francisco Simón: Entonces, asidonenses, ¿Juráis…?
Todos los presentes: Sí, juramos. ¡Vivan las Cortes! ¡Viva la Constitución!
Salva de fusilería.