viernes, mayo 15, 2009

José Emilio Pardo (V)




La reina Pomaré IV
La Numancia en Tahití

Una vez bombardeado el puerto del Callao (2 de mayo de 1866), la Numancia y otras naves de la escuadra española reciben órdenes de poner rumbo a Filipinas. La primera parte de la travesía a través del Pacífico estuvo cargada de sinsabores debido a la escasez de comida, según nos relata José Emilio Pardo en su Diario (14 de mayo de 1866):

Desde el día 5 de diciembre del año pasado de 1865 no comunicamos con tierra, de manera que desde aquella época no ha entrado en los buques “fresco” de ninguna clase. Los ranchos ya no son ranchos; se almuerza sopa de ajo “sin ajo” y con aceite malo, un poco de “charquí” (carne seca que usan los indios del Perú y Chile) y café con pan. La comida consta de sopa con caldo de “charquí” y garbanzos duros como un leño; carnero o vaca salada y podrida sin más aliño que vinagre, y la cena se reduce a gazpacho fresco sin ajo ni cebolla.

Pero la víspera de San Juan la Numancia llegaba a Tahití, donde el paisaje es esplendoroso; la comida, abundante; los naturales, amables… En carta a sus padres escribe nuestro marino el 14 de julio de 1866:

Se nos ha recibido con los brazos abiertos, los europeos nos han atendido y obsequiado muchísimo. Nosotros hemos dado un buen baile al que asistió la reina Pomaré y su familia. Hemos gastado mucho, tanto en reponer lo necesario cuanto en comidas, bailes y diversiones. Todo subió de precio tanto que los huevos valen a peseta hoy, y sólo los comemos los españoles, y a mí, que nunca me gustaron los huevos, se me ha desarrollado el gusto ahora, y me almuerzo dieciséis reales de huevos pasados por agua.
La gente del país, raza hermosísima, va degenerando de día en día, sólo por el contacto europeo, y en punto a moral poco han adelantado, pues como hay misioneros católicos y protestantes, los indios no saben a qué carta quedarse y se vuelven a sus ollas de Egipto. Las mujeres se visten con una camisa como las europeas y una bata de algodón; ni más corsés ni zapatos ni otro adorno que una corona de flores naturales. El cabello lo llevan suelto o recogido en dos trenzas muy largas. Son tan aseadas estas indias que se bañan tres veces al día y, cuando comen, de continuo se enjuagan la boca; y lo mismo hace la última que la reina. Son gente alegre y hospitalaria, odian a los franceses y gustan de nosotros porque nos creen mejores, pero, si nos estableciéramos aquí, veríamos que somos lo mismo unos que otros.

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