miércoles, noviembre 26, 2025

LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN DE MEDINA SIDONIA

 

Fotografía a partir de tarjeta postal a la venta en el convento


LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN DE MEDINA SIDONIA

Jesús Romero Valiente

 

                Cuando las fundadoras del convento de Jesús, María y José, encabezadas por su priora, la madre Antonia de Jesús llegaron a Medina Sidonia desde Chiclana el 14 de octubre de 1687, su benefactor, el marino y comerciante gaditano de origen vasco Diego de Iparraguirre ya había comprado una isleta de 19 casas para que en este terreno se levantaran, de nueva planta, el convento y la iglesia de las agustinas recoletas. Entre esas casas estaban las que conformaban el hospital de la Misericordia, para pobres viandantes, cuyas obligaciones y rentas pasaron al de San Juan de Dios. Pero, mientras se realizaban las obras, las monjas dispusieron de un recinto provisional, muy adecentado y con bien dotada sacristía, y emplearían como iglesia la arruinada capilla de Nuestra Señora de la Consolación, cercana al mencionado hospital. La imagen de la Virgen había sido trasladada a la Iglesia Mayor para poder ser venerada, pero los vecinos consideraron que, ya repuesta su techumbre, era el momento de que regresara a su primitivo emplazamiento. Sin embargo, las monjas pretextaron que tenían ocupados los altares de la iglesia con sus titulares, Jesús, María y José; y no se llegaba a arreglo. Eran días de pertinaz sequía, y las recién llegadas se habían sumado a las plegarias del pueblo para que cayera la ansiada lluvia. Cuentan las crónicas de la orden que una mañana una joven novicia hija de Medina se dirigió a su prelada, mudado el color de su cara, para decirle que en sueños se le había aparecido la Virgen de la Consolación advirtiéndole que no intercedería ante su Hijo para que lloviese hasta que no se viera restituida en su antiguo altar. La madre Antonia de Jesús, que ya empezaba a tener en cuenta las demandas de la ciudad, se dirigió entonces a don Diego, que casualmente se encontraba en Medina, y le contó lo sucedido. Bastaron 24 horas para que el altar estuviese aparejado y con el adorno conveniente. Luego, la imagen de la Consolación fue llevada en solemne procesión a su antigua sede y, apenas entrada en su iglesia, comenzaron a verse los efectos de su intercesión. La lluvia cayó con mansedumbre durante nueve días, y la ciudad festejó los esperados sucesos. Quedó claro que no habría mejor emplazamiento que aquél para el nuevo convento, que se levantó en el plazo de cinco años, y es el que hoy conocemos. En su iglesia ochavada uno de los lados acoge un hermoso retablo barroco dedicado a la Virgen de la Consolación, que se ve flanqueada por tallas de santo Domingo de Guzmán, san Antonio de Padua, san Agustín y san Francisco de Asís, y acompañada de dos exquisitas pinturas sobre tabla, La Santa Cena y La Virgen del Carmen, esta última con incrustaciones de nácar. 


Retablo de la Virgen de la Consolación   

                El caso comentado tuvo lugar antes de que se construyera el nuevo templo, y no después como sugiere Domingo Bohórquez en su excelente biografía de la madre Antonia de Jesús (ed. 2011, p. 239). Quandoque dormitat bonus Homerus.



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