Cruzo habitualmente en mis paseos la Puerta del Sol de Medina
Sidonia, que me lleva hasta la plaza de Simi Cohem Leví y luego hasta el
convento de Jesús, María y José, de agustinas recoletas. Entre sus muros pasó
gran parte de su vida esta gibraltareña de origen judío convertida en monja, y
allí se encuentran sus restos. Su conversión al cristianismo, sus desventuras
antes de pisar territorio español, su bautismo y su ingreso en el cenobio
fueron el tema de la novelita Simi la
hebrea, que escribió el agustino Conrado Muiños en 1891 y gozó de notable
éxito en España e Hispanoamérica por su notorio poder edificante para las
jóvenes católicas. De todo ello hablamos en nuestro artículo “Simi la hebrea,
una `amena novelita moral´” (pueden leerlo en instatterminus.blogspot.com,
entrada de 20 de noviembre de 2009).
Hace unos años
pude conseguir un ejemplar, amarillento y desgastado por lo demás, de una
obrita teatral titulada igualmente Simi
la hebrea, que se publicó con el número 30 dentro de la colección “Teatro
moral”, del editor madrileño Bruno del Amo. En la portada se especifica que es
una pieza para “señoritas” y propia para ser representada en “colegios, centros
y sociedades recreativas” (sobran más palabras), pero nada se dice, ni siquiera
en los créditos, de su autor y fecha de publicación. Tiene 24 páginas y se
vendía por cuatro pesetas. Según nos dice Juan Cervera en su Historia crítica del teatro infantil español
(Madrid, Editora nacional, 1982, p. 146), esta colección se inició en 1939 y perduró
hasta 1948. Lo que más me ha interesado de este breve drama es que nos presenta
una versión del tema bastante diferente a la de Muiños, creo que por ligereza o
afán simplificador de quien la escribe. En el primer acto, que se desarrolla en
Gibraltar en la casa de Simi cuando ésta cuenta ya 15 años, la sirvienta de la
casa, Dolores, habla con su amiga María sobre los deseos de la joven de ser
cristiana, de conocer más profundamente la religión en la que la había iniciado
su nodriza Juliana, a la que Salomón, padre de Simi, había contratado tras la
muerte en el parto de su esposa pero había echado cuatro años después al
conocer que instruía a la niña en el cristianismo. Luego aparece Simi, que
atiende con cariño a una piadosa pobre que llega a la casa. El cuadro segundo
de este primer acto nos presenta a Dolores contando a Simi la historia del
escapulario de la Virgen de los Dolores que siempre lleva consigo (con él había
muerto su padre en combate) y su devoción por la Madre de Dios. Todo ello
intensifica el afán de la joven por conocer los misterios de la Fe. La nueva
llegada de María, que habla a Simi del cariño por ella que mantiene su nodriza,
mueve a ésta a querer volver a verla. Al tiempo, confiesa a Dolores que la Virgen
la insta a salir de su casa, que quiere bautizarse y que marchará a La Línea
junto a Juliana. En ese momento se produce un alboroto ya que traen a su padre
sobre una silla, muerto de repente en la sinagoga. Recuérdese que en la novela
de Muiños el rabí, que incluso había maltratado a Simi, no dejará de intentar
hacer regresar a Simi de España. El acto segundo se sitúa en La Línea de la
Concepción, en casa de Juliana. La joven ha vendido sus bienes y ha repartido
el producto entre los pobres, se ha bautizado y se dispone junto a su amiga
Dolores a ingresar en el convento de la Encarnación, cuyas monjas habían rezado
siempre por ella. Ha sabido que su primo Luis, que ha presenciado de incógnito
el bautizo, también se ha convertido.
Demasiadas diferencias con el argumento
de la novela de Muiños y con los sucesos acontecidos realmente. Y en La Línea, que
yo sepa, no hay ningún convento de la Encarnación.

No hay comentarios:
Publicar un comentario