martes, noviembre 11, 2025

LOS RAYOS Y EL RELOJ DE SANTA MARÍA

 


Fragmento del dibujo de Medina Sidonia de Barrantes Maldonado en sus Ilustraciones de la Casa de Niebla (1541)


De que había reloj en la iglesia de Santa María de Medina Sidonia ya a finales del siglo XVI, y por tanto sirviendo al primitivo campanario de la misma (probablemente el que dibujó Barrantes Maldonado en 1541), es testimonio el contrato que firman el 10 de septiembre de 1605 ante el escribano Juan Fernández Herrera el entonces mayordomo de las fábricas del Obispado de Cádiz, el licenciado Francisco Jarillo, y el relojero sevillano Antonio de Estrada. El segundo se obligaba a “limpiar el reloj que sirve en la Iglesia Mayor” y hacer las piezas que le faltan, que es el piñón de la rueda del movimiento y otro de las pesas y otro en el volante”. También tenía que hacer de nuevo este volante, otro piñón de la rueda de la aguja y una rueda pequeña para la rueda del disparador, etc. Y debía dejarlo listo para que en el plazo de un mes diera las horas “por sus días y noches”, “sin que se note falta ni disparate”.  No sabemos por qué la pieza andaba tan descalabrada, pero podemos hacernos una idea. Ya dijimos en una entrada anterior que años más tarde se montaría en la nueva torre, que es la que hoy contemplamos.

Cuenta el vicario Martínez en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia que el día 13 de enero de 1800 a las cuatro de la mañana cayó un rayo en la Iglesia Mayor “con un estrépito formidable” y que “desconcertó parte de los retablos de Soledad y de Ánimas, arrojó al suelo un canto del umbral de una ventana, arrancó varias losas del pavimento, al que vinieron los cristales de algunas ventanas”. Y sigue diciendo: “Entró por la torre de las campanas, descomponiendo su cúspide y causando mucha avería en el reloj, que se paró inmediatamente. Se cantó el Te Deum”.

No sabemos aún si la máquina se recompuso entonces ni si las tropas francesas que ocuparon la ciudad entre 1810 y 1812 se deleitaron con sus campanadas nocturnas, pero el golpe de gracia al aparato no estaba lejos. El 1 de abril de 1844 El Corresponsal de Madrid daba noticia de que otro rayo había caído en la Iglesia Mayor y había destrozado por completo su reloj. Decía: “Un acontecimiento notable y digno de la mayor consideración ha pasado sobre la Iglesia Mayor de esta ciudad. Poco más de las ocho de la noche del 18 del corriente [entiéndase marzo], se sintió en esta ciudad el estrépito de un trueno horrible: era la caída de un rayo que, atraído sobre la cúpula de la torre, había penetrado en ella, destrozando completamente la máquina del reloj y dejando en su paso numerosas huellas del estrago. Introducido en la iglesia, recorrió una columna que maltrató, extendiéndose a diferentes altares, entre ellos el del Perdón, cuyas losas fueron levantadas, rompiendo sus cristales. Los escombros que presentaba la iglesia admiraron a los moradores de Medina que, aterrados en la mañana del 19, contemplaban atónitos el sacudimiento de aquel cuerpo eléctrico”.

Me temo que ese día nos quedamos sin reloj y sin el altar del maravilloso Cristo del Perdón.


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