lunes, enero 02, 2012

La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos (1430-2011)


Códice de Trajes, Anónimo (h. 1547), B.N.E.

Ordinis Andream patronum deligo. Fient
per tres sacra dies. Prior horum praelia ligno
Andresina sacro fixosque in bina lacertos
cornua uitalem celebrabit et Ordine mortem.
Vestibus in rubris ueniet tunc turba decori
uelleris, ut partos ostendat sanguine coelos
uirtutisque decus summo constare labore
illustresque uiros in funera iusta paratos
et quoties deceat proprium praestare cruorem.
Inferias alii dabimus. Tunc syrmata ferre
nigra decet flentesque pati sociosque peremptos
solari et notis lachrymas urgere sepulchris.
Tertius albentes clamides uestitus ad aras
thura dabit sanctae Matris, de corpore cuius
bellator pius ille uenit candentibus armis,
qui nisi Golgotheo subiisset praelia campo,
nulla reformatos intrassent corpora coelos.

Sed famulis exempla ferens contemnere mortem,
ausus adire uiam, nulli tentata uirorum
horrebat quae dura nimis, quae sentibus altis
frangebat nostras acies dextrasque potentes
acriter obiecti terrebat imagine ponti.

De militia Principis Burgundi (vv. 3, 143-164), Álvar Gómez de Ciudad Real


(Traducción)

Elijo a san Andrés como patrón de la Orden, y sus celebraciones tendrán lugar durante tres días. El primero de ellos conmemorará el martirio de san Andrés en el leño sagrado, sus brazos clavados en dos maderos y su muerte, que le dio vida gracias a nuestra Orden. Vestida de rojo vendrá entonces la tropa del honorable Vellocino para mostrar que los cielos se ganan con sangre, que la honra de la virtud cuesta muchísimo esfuerzo y que los caballeros ilustres están dispuestos a morir por una causa justa y a ofrecer su propia sangre cada vez que convenga. El segundo día haremos exequias. Convendrá entonces llevar túnicas negras, sufrir llorando, rezar por los compañeros perdidos y cargar de lágrimas sus renombrados sepulcros. El tercero, vestido con clámides como el alba, ofrendará incienso ante los altares de la Santa Madre, de cuyo cuerpo nació aquel piadoso guerrero de armas ardorosas. Pues si Él no hubiese sufrido martirio en el descampado del Gólgota, ningún cuerpo habría entrado en los renovados cielos. Pero dando ejemplo a sus siervos, osó despreciar la muerte y emprender un camino que, al no haber sido tanteado por ningún hombre, daba horror por su excesiva dureza; que quebrantaba con sus altos zarzos nuestros batallones y que aterrorizaba sus poderosas diestras con el espejismo de un mar enfrentado y cargado de violencia.

El pasado miércoles pude contemplar el precioso dibujo anónimo a plumilla y aguada que ilustra la procesión de los caballeros de la Orden del Toisón de Oro a la que aluden estos versos, para mí tan conocidos, del poema en hexámetros latinos de Álvar Gómez de Ciudad Real De militia Principis Burgundi, que edité y traduje hace unos años bajo el título de La Orden de Caballeros del Príncipe de Borgoña. El poeta los ponía en boca del fundador de la misma, Felipe el Bueno, duque de Borgoña, quien en 1430, durante sus bodas con Isabel de Portugal, quiso reunir en ella, bajo los ideales caballerescos de la Santa Cruzada y sin que el título de caballero se considerase hereditario, a los más ilustres próceres de sus dominios. La cabeza de la Orden pasaría a Carlos V con la herencia de los Habsburgo y, en consecuencia, a la monarquía española. Del collar que distingue a sus componentes pende la figurilla de un carnero de oro que muchos se habían afanado en relacionar únicamente con el vellocino de oro del héroe Jasón, pero que nuestro Gómez de Ciudad Real vincula mejor al vellocino del bíblico Gedeón, prefiriendo, como buen erasmista, este origen cristiano a la interpretación alegórica tan del gusto del fundador de la Caballería.

El dibujo se muestra en el marco de la magnífica exposición La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos (1430-2011), que podremos seguir contemplando en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid hasta el 26 de febrero de 2012. El completo recorrido por los retratos de los maestres de la Orden, los textos que reflejan sus estatutos y sus símbolos sagrados culmina con un instructivo documental sobre la suerte de la Fraternidad en los últimos años y un catálogo en el que encontramos artículos de Fernando Checa Cremades, Joaquín Martínez-Correcher y Gil (ambos comisarios de la muestra) y Víctor Mínguez.

Felipe el Bueno, Taller de Van der Weyden (h. 1460), Palacio Real de Madrid

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