La casta Susana, Gonzalo Bilbao (h. 1914), Museo de Bellas Artes de Sevilla |
El precioso óleo sobre lienzo (293 x 228 cm) La casta Susana, que pintara el sevillano Gonzalo Bilbao hacia 1914 (en esta fecha fue fotografiado en su estudio prácticamente terminado), es una composición con el color y la soltura de la pincelada como absolutos protagonistas. Frente al más acabado desnudo, delineado por la luz, los viejos del fondo, que parecen sacados de una pintura negra de Goya, apenas están abocetados. El jardín que se entrevé más allá de la frondosa pérgola queda resuelto con atrevidas pinceladas y descuidado dibujo.
Susana, hija de Helcías y esposa del rico Joaquín, hermosa como pocas y temerosa de Dios ("pulchram nimis et timentem Deo", VVLG. Dan. 13), ha dejado su ropa en un banco y se dispone a despojarse de su velo blanco para entrar en el estanque del jardín de su casa a tomar un baño. Es mediodía y hace calor; cubre su sexo aún pudorosa. Hasta allí la han seguido dos ancianos jueces que habían sido designados aquel año en Babilonia, ambos habituales invitados de la casa de Joaquín, ambos con el juicio perdido por la pasión que en ellos había despertado la belleza de la mujer ("Et videbant eam senes quotidie ingredientem et deambulantem; et exarserunt in concupiscentiam eius; et everterunt sensum suum, et declinaverunt oculos suos ut non viderent caelum neque recordarentur iudiciorum iustorum"). Nadie había en el lugar salvo los dos ancianos acechando escondidos pues Susana había despedido a sus doncellas después de que le trajeran el aceite y los ungüentos para su baño, que han dejado en una bandeja. Serán sólo una ajorca, unos zarcillos y un brazalete sus atavíos; y los viejos cuchichean excitados ante la sublime presencia de la mujer de turgentes senos, negros cabellos y contorneada figura, preparados para asaltarla.
Cum autem egressae essent puellae, surrexerunt duo senes et accurrerunt ad eam et dixerunt: "Ecce ostia pomarii clausa sunt, et nemo nos videt, et nos in concupiscentia tui sumus; quamobrem assentire nobis et commiscere nobiscum".
Rompería luego a llorar Susana cuando los viejos la amenazaran con difamarla si no atendía a sus requerimientos, dispuestos a inventar que había despedido a las doncellas para yacer con un joven. Y atribulada por su incierto destino (verse castigada por adúltera o entregarse a ellos), decidiría mantener su integridad, alma incorruptible que simboliza el pavo azul de la pintura. Puesta en boca de todos por los jueces y llamada a juicio, los viejos la obligarían a desnudarse ante sus padres y sus hijos para saciarse de su hermosura ("Flebant igitur sui, et omnes qui noverant eam"). Allí cumplirían su amenaza, y Susana sería condenada a muerte por lapidación. Pero, tras encomendarse ella al Señor, despertaría Éste el espíritu santo en un jovencito llamado Daniel, que haría ver al pueblo la injusticia cometida por aceptar el falso testimonio de los dos viejos lascivos poniendo a las claras sus mentiras una vez que fueron llamados a declarar aparte y entraron en contradicción al preguntárseles bajo qué árbol se había producido el pretendido adulterio. Diéronles muerte, y se salvó aquel día la sangre inocente.
La leyenda bíblica ha inspirado a muchos artistas a lo largo de los siglos (pintores, escultores, músicos, cineastas...).
Susana y los viejos, Tintoretto (1560-1565), Kunsthistorisches Museum, Viena |
Susana y los viejos, Rubens (1610), Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid |
Susana y los viejos, Artemisia Gentileschi (1610), Colección Schöborn, Pommersfelden |
Susana y los viejos, Rembrandt (1647), Gemäldegalerie, Berlín |
La casta Susana, Jean-Jacques Henner (1864), Musée d´Orsay, París |
Susana en el baño, Franz Von Stuck (1904), Kunstmuseum St Gallen |
La obra de Gonzalo Bilbao puede admirarse estos días junto a otras de su autoría y de pintores contemporáneos y amigos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla en la exposición que se le está dedicando y cuyo tríptico ofrecemos en la siguiente entrada.
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