miércoles, junio 10, 2009

José Emilio Pardo (XIV)


Sancho recupera su rucio, ilustración de Gustavo Doré para El Quijote

¡España, maldita y añorada!

El 23 de octubre José Emilio anuncia a sus padres que, cuando ya estaba el embarque preparado, se ha suspendido por tiempo indefinido la salida de Manila. La tripulación sigue mal pagada y ha trabajado en la reparación del casco de la Numancia bajo un calor insoportable. Sin embargo, está presta a volver a enfrentarse a chilenos y peruanos. Lo que no aguanta es la indecisión del Gobierno.
No sé lo que harán de nosotros, y mientras tanto la pobre fragata está tan sucia de fondo, y ya se le van picando las planchas, que da pena al ver tan hermoso barco perderse día a día y en una progresión espantosa.
Si el miserable gobierno de esta más miserable patria quiere y puede hacer guerra, vamos todos y de una vez concluyamos; pero, si no puede, si no tiene elementos, si no sabe, si está envilecido y despreciado por todos… vamos a la mierda de una vez, y, si ya en la España se acabó el patriotismo, la moralidad y la vergüenza, conclúyase con estos sistemas absurdos de gobierno, y venga el moro Muza a mandarnos, que irá mejor la cosa.

La carta termina con una noticia de los asidonenses que iban en la escuadra:
Leonardo Gómez va para España para examinarse de oficial. Va tan bueno.
Mariano Sánchez está bueno, sano y gordo. Lo mandamos a la
Berenguela, pues con los abonos de campaña está para cumplir, y en aquella fragata llegará a España antes que nosotros. Está tan contento con ir a ser yegüero, que dice lo prefiera mil veces más que ganar a bordo un duro diario y la comida (que era lo que ganaba), y tiene razón. Y decía el otro día que más vale comerse una libra de pan, sentado socaire de una palma, al solecito, que todos los dineros del mundo en la boca de un “jorno” de la máquina de la Numancia.

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