martes, abril 21, 2009

Esculturas romanas (II)

























Un retrato de Agripina (II)


La escultura romana a que nos venimos refiriendo estuvo adornando el patio de "la casa del Vicario" hasta, al menos, los años cuarenta del pasado siglo, según el testimonio de algunos asidonenses que allí la vieron. Pero en 1956 las dos piezas de la misma, cabeza y cuerpo, se encontraban ya (y no sabemos por el momento cómo llegaron allí) en la colección de don Carlos Sanz López, en Madrid, donde pudo estudiarlas, en profundidad y con el conocimiento que exigía una pieza arqueológica de tal valor, el profesor don José María Blázquez Martínez. En su artículo "Cabeza de Agrippina, de Medina Sidonia" (Archivo Español de Arqueología 29, nº 93-94, 1956, pp. 204-206), Blázquez descarta rotundamente que la cabeza perteneciera precisamente al cuerpo sobre el que se encontraba cuando la examinó Romero de Torres aunque, curiosamente, no hace referencia alguna a cómo fueron halladas las dos piezas ni recoge las citas del Vicario Martínez. Blázquez se centra particularmente en el estudio de la cabeza, de cuyo frente y perfil izquierdo ofrece fotografías(1). Se trata, dice, de una obra labrada en mármol blanco, de 0,35 m, que ha perdido la pátina del tiempo porque ha sido lavada, y que presenta deterioros en la nariz y en la parte derecha de la cabeza, aunque "estas faltas... no empañan la serena belleza de este rostro juvenil, en el que brillan la dignidad y nobleza de una dama de la alta aristocracia romana". Sigue la descripción:
El rostro de facciones llenas, bellas y aristocráticas; los ojos son grandes y muy abiertos; la boca es pequeña, y los labios finos; el óvalo facial más bien es redondo, y las mejillas carnosas; el cuello, corto y ancho... El peinado enmarca el rostro por la frente y por los temporales, hasta los oídos, aureolándolo con una triple hilera de rizos, punteados en el centro de diminutos caracoles con toques de trépano; los rizos de los temporales terminan detrás de los oídos en dos trenzas, que se recogen en la nuca, en un moño, de que sólo se conserva la parte superior. Un bucle sobresale encima del lóbulo de la oreja, y otros tres hay en la nuca, a ambos lados de la trenza. Los lóbulos de ambas orejas se encuentran sin perforar.
La parte occipital de la cabeza no presenta las estrías del cabello, pues el pelo de la coronilla no está labrado. Evidentemente, el escultor trabajó con esmero la parte frontal de esta magnífica cabeza, pero descuidó la parte posterior; sin duda, pues, estaba labrada para ser vista sólo de frente.
El estilo del peinado es el propio de la época julio-claudia y es el que llevan la mayoría de los bustos de ambas Agripinas y de otras muchas mujeres contemporáneas.
Blázquez ofrece referencias precisas sobre cabezas que llevan el mismo peinado halladas en España o fuera de ella, nombrando particularmente una figura de Livia del Museo de Valencia y una cabeza femenina hallada en Segóbriga.
En cuanto al personaje representado dice que, si bien hay ciertas semejanzas con las imágenes de Antonia la Menor, madre de Germánico, se parece más a la Agripina (según identificación de Espérandieu) del Museo de Colonia, o a la Agripina Minor (según Fuchs) del Museo de Ancona. Con esta última, apunta Blázquez, comparte el caracol que cae sobre el lóbulo de la oreja. La pieza debió de ser esculpida a finales de la dinastía julio-claudia o a comienzos de la flavia.
En resumen, en opinión del profesor Blázquez, quedaba claro que la cabeza y el torso fotografiados en el catálogo de Romero de Torres nada tenían que ver, que la cabeza fue labrada en el s. I d. C., que probablemente representara a Agripina la Menor, que la imagen fue concebida para ser mirada de frente... Desgraciadamente, las noticias aportadas por el Vicario, algunas de ellas muy valiosas, desaparecían de la bibliografía especializada.


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