El Ventorrillo del Chato a mediados del siglo XX. Foto tomada de planetagamusino.blogspot.com |
El número 1248(1)
(1894)
A don José Antonio de Balenchana(2)
Hace ya muchos años que pasó el suceso que voy a referirles. En aquel tiempo las cuentas eran por reales; los billetes de lotería, por cuartos; y los viajes entre Cádiz y San Fernando se realizaban en los grandes coches llamados ómnibus, los cuales posaban (sic) media hora en el ventorrillo del Chato para que los pasajeros descansasen, fumasen, charlasen y bebiesen unas cañas de manzanilla a fin de restaurar fuerzas para proseguir aquella caminata de casi tres leguas.
Venía en esta ocasión entre los viajeros el tío Currito Gómez, alias Lotería, hombre como de cincuenta años, gordete, moreno y carirredondo, famoso chalán de caballos,(3) proveedor de caleseros y de plazas de toros, y sujeto estimado y conocido de la gente del bronce(4) por sus marrullerías, su gracia y su rumbo. Dábanle el apodo de Lotería por su pasión al juego; aseguraba con toda formalidad que el premio gordo lo había de obtener alguna vez, por llevar veintidós años de jugador constante y no haberle tocado nunca. Las listas de premios, en opinión de tío Currito, siempre traían, aun cuando su número no constase en ellas, la buena noticia del último renglón, o sea que el siguiente sorteo se verificará el día tantos de tal mes. “Si no ha sido en esta barqueta, será en la que se fleta”, decía para sus adentros, quedándose esperanzado, alegre y satisfecho.
***
Paramos en el ventorrillo y, después de tomar las consabidas cañas y de hablar de la próxima corrida de toros, dijo de repente el Chato, dirigiéndose a Currito:
―¿Tú llevarás jugado a la lotería?
―¡Pues ya lo creo! ¡Y un billete entero y de buen número! Y que va aquí ―dijo tocando su pecho al lado del corazón.
―¿Quieres venderme medio?
A semejante pregunta puso el tío Currito la misma cara que si le hubiesen propuesto la venta de un ojo, de una oreja o de la mitad de las narices.
―¡Cristiano...! ―exclamó―. ¿Estás loco? ¡Vender yo mi suerte! ¡En qué cabeza cabe semejante barbaridad!
***
Vaya una caña y venga otra caña, vaya una súplica y venga otra súplica; y tanto porfió el Chato y tanto insistió el senado de los oyentes, que Currito, alegre ya con el vino, y atortolado, hostigado y mareado por las voces de la opinión pública que votaba por el ventorrillero y que pedía en coro la consumación del contrato, se decidió a vender su suerte.
(Continuará)
(1) Seguimos la edición que aparece en la Tercera ración de artículos, Madrid, Rivadeneyra, 1898.
(2) Miembro de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, editó el Libro de jineta y descendencia de los caballos Guzmanes, compuesto por don Luis de Bañuelos y de la Cerda (1877), y el Cancionero general (1882).
(3) Chalán de caballos. Define el término “chalán” el DRAE de la siguiente manera: “Que trata en compras y ventas, especialmente de caballos u otras bestias, y tiene para ello maña y persuasiva”.
(4) Gente del bronce. “Fig. y fam. Gente alegre y resuelta”, según el DRAE. Gente pendenciera, que particularmente se dedicaba al trato.