Cabecera del artículo en la antología Futesas literarias |
Si he de decir a Vm. la verdad, soy amante de ciertas fórmulas y adornos, aun cuando nada valgan y de nada sirvan en el orden físico ni en el moral. Sentiría que se aboliesen, por ejemplo, los saludos de naipes al comenzar el tresillo, los que preceden y siguen a los asaltos en las salas de esgrima, y los que tan lógicamente practican los franceses y otras naciones al entrar en un café. Me causaría extrañeza ver suprimida la h muda en la palabra “ombre”, los inútiles flecos de las toallas y los botones sin ojales que adornan el talle de los fraques y levitas. Y si quiere Vm. una prueba plena de la gran importancia que tienen las cosas que no sirven para nada, practique Vm. el fácil ensayo que voy a decirle. Las orejas de la liebre ni se aprovechan ni se guisan. Tome usted el par de liebres más hermosas que halle en el mercado, córtele Vm. las orejas y entréguelas al cocinero para que las adobe en delicado “civet”.(1) Pues yo aseguro que, si el maestro se atreve a guisar aquellos bichos, Vm. no se aventura a paladear un “civet” que necesariamente ha de traerle a la memoria la repugnancia y el asco que producen las liebres desorejadas. Aparecen más raras y extrañas que la carta a quien le cercenasen las inútiles palabras “muy señor mío” y “seguro servidor que su mano besa”, que vienen a ser los polos sobre que gira, o el par de orejas que dan finura, belleza, valor y carácter a la misiva.
Término medio entre la ampulosa cortesía de las cartas y la sequedad de la tarjeta contemporánea, es el papel de catorce centímetros de ancho por diez de altura, estampado en hermosa bastardilla con orla tipográfica, que conservo en aprecio y que reza lo siguiente:
Al dorso de este documento hay cuatro renglones manuscritos que dicen:
A mi Señora la Sª. Doña Inés de
Melgarexo, vecina de esta Ciudad
De Sevilla, guarde N. S. muchos años.
Don Luis Federigui.
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Aun cuando semejante moda produce comodidad, y mayor todavía si el plazo se alarga por diez o doce años o por toda la vida del remitente, dificulto que hoy pueda renacer. La tarjeta, aunque menos expresiva, es más lacónica, y el laconismo es el regulador de las costumbres de nuestros tiempos. Con el poco dinero que valen cien tarjetas, cien sobres y cien sellos de cuarto de céntimo, es decir, por menos de un duro, ¡cuántas satisfacciones alcanzan los aficionados al tarjeteo!
(Continuará)
(1) El "civet" es un guisado que suele prepararse para las carnes de caza (liebre, conejo, faisán, jabalí) en las cocinas francesa y catalana. El vino, la sangre del animal y la cebolla ("cive" en francés significa "cebollino") juegan un papel fundamental en su elaboración junto con la carne picada y los frutos secos.