El compositor e intérprete Claudio Monteverdi (Cremona, 1567-Venecia, 1643), figura trascendental en la transición de la música renacentista a la barroca, compuso en 1607, el mismo año del fallecimiento de su esposa Claudia Cattaneo, su ópera Orfeo, favola in musica, una de las primeras de la historia. Un año después, un nuevo asunto mitológico le servía de inspiración para su segunda gran obra: L´Arianna. De esta ópera, encargada por el duque Vicenzo Gonzaga con ocasión de las nupcias de su hijo Francesco con Margarita de Saboya y estrenada en Mantua el 28 de mayo de 1608, conservamos el libreto del poeta Ottavio Rinuccini (1562-1621) pero sólo la partitura del aria que interpreta Ariadna en el único acto de la escena séptima, el conocido como "Lamento de Ariadna" o "Lasciatemi morire", por las primeras palabras del triste canto.
Inspirada evidentemente en los textos de Ovidio y Catulo que ya hemos comentado en entradas anteriores, el aria refleja la desesperación de Ariadna tras ser abandonada en Naxos y supone la incorporación de la monodia a la ópera. La música se conservó gracias a que Monteverdi reeditó el "Lamento" en 1623 como pieza suelta y a que sobre el mismo tema escribió dos arreglos: un madrigal a cinco voces publicado en su Sexto libro de madrigales (1614) y una composición con texto en latín titulada "Pianto della Madonna", publicado en su colección Selva morale e spirituale (1641).
La pieza se ha incorporado a los repertorios de las más brillantes mezzo-sopranos y sopranos. Ofrecemos aquí la versión de Roberta Mameli, acompañada al "chitarrone" por Takashi Tsunoda (subida a youtube por MargueriteCrayencour), y la más reducida pero histórica de Irina Arkhipova (subida por RossiaAngel).
La pieza se ha incorporado a los repertorios de las más brillantes mezzo-sopranos y sopranos. Ofrecemos aquí la versión de Roberta Mameli, acompañada al "chitarrone" por Takashi Tsunoda (subida a youtube por MargueriteCrayencour), y la más reducida pero histórica de Irina Arkhipova (subida por RossiaAngel).
Lasciatemi morire;
e che volete voi che mi conforte
in così dura sorte,
in così gran martire?
Lasciatemi morire.
O Teseo, o Teseo mio,
sì che mio ti vo’ dir, che mio pur sei,
benchè t’involi, ahi crudo, a gli occhi miei.
Volgiti, Teseo mio,
volgiti, Teseo, o Dio.
Volgiti indietro a rimirar colei
che lasciato ha per te la patria e il regno,
in questa arena ancora,
cibo di fere dispietate e crude,
lascierà l’ossa ignude.
O Teseo, o Teseo mio,
Se tu sapessi, o Dio,
se tu sapessi, ohimè, come s’affanna
la povera Arianna,
forse, pentito,
rivolgeresti ancor la prora al lito.
Ma con l’aure serene
tu te ne vai felice et io qui piango;
a te prepara Atene
liete pompe superbe, et io rimango
cibo di fera in solitarie arene;
te l’uno e l’altro tuo vecchio parente
stringerà lieto, et io
più non vedrovvi, o madre, o padre mio.
Dove, dove è la fede
che tanto mi giuravi?
Così nell’alta sede
tu mi ripon de gli avi?
Son queste le corone
onde m’adorni il crine?
Questi gli scettri sono,
queste le gemme e gli ori:
lasciarmi in abbandono
a fera che mi stracci e mi divori!
Ah Teseo, ah Teseo mio,
lascerai tu morire,
in van piangendo, in van gridando aita,
la misera Arianna
che a te fidossi e ti diè gloria e vita?
Ahi, che non pur risponde.
Ahi che più d’aspe è sordo a miei lamenti!
O nembi, o turbi, o venti,
sommergetelo voi dentr’a quell’onde.
Correte, orchi e balene,
e delle membra immonde
empiete le voragini profonde!
Che parlo, ahi, che vaneggio?
Misera, ohimè, che chieggio?
O Teseo, o Teseo mio,
non son, non son quell’io,
non son quell’io che i feri detti sciolse:
parlò l’affanno mio, parlo il dolore;
parlò la lingua sì, ma non già il core.
Misera, ancor dò loco
a la tradita speme, e non si spegne
fra tanto scherno ancor d’Amor il foco?
Spegni tu morte omai le fiamme indegne!
O Madre, o Padre, o de l’antico Regno
superbi alberghi, ov’hebbi d’or la cuna,
o servi, o fidi amici (ahi fato indegno)
mirate ove m’ha scorto empia fortuna,
mirate di che duol m’ha fatto erede
l’amor mio, la mia fede, e l’altrui inganno.
Così va chi tropp’ama e troppo crede.
(Traducción)
¡Ay! Dejadme morir,
¿Qué puede confortarme
Ante esta dura suerte,
En este gran martirio?
¡Ay! Dejadme morir.
Te quiero llamar mío, puesto que mío eres,
¡Oh Teseo, oh Teseo mío!
Te quiero llamar mío, puesto que mío eres,
Aunque esquives, oh cruel, los ojos míos.
Retorna, Teseo mío,
Retorna, amado ídolo,
Vuelve a mirar a aquella
Que por ti abandonó su patria y reino,
Y en esta playa ahora
Presa de fieras despiadadas y crueles,
Sus huesos dejará.
¡Teseo, oh Teseo mío!,
Por Dios, si tú supieses,
Si supieras ¡ay de mí! cuánto padece
La desdichada Ariadna,
Quizá, quizá contrito,
Enfilarías tu proa hacia esta orilla.
Mas con la dulce brisa
Tú partes tan contento, mientras lloro.
Atenas te prepara
Una suntuosa fiesta, yo aquí me quedo
Víctima solitaria de las fieras.
Tus viejos padres, uno y otra,
Te abrazarán felices. Yo en cambio
Nunca más os veré, ¡oh madre, oh padre mío!
¿Dónde, en dónde está la fe
Que tanto me juraste?
¿Es así como al trono
Pretendes que yo ascienda?
¿Son éstas las coronas
Que han de ceñir mis sienes?
¿Acaso éstos los cetros,
Las alhajas y el oro?
¿Dejarme abandonada
Entre bestias feroces?
¡Ah Teseo, ah Teseo mío!,
¿Dejarás tú que muera
Llorando en vano y suplicando ayuda
La miserable Ariadna,
Que en ti confiaba, y te dio vida y gloria?
¡Ay! No quiere responderme.
¡Ay!¡Como el áspid es sordo a mis lamentos!
¡Oh nubes, trombas, vientos,
Sumergidlo en las olas!
¡Venid, ballenas y orcas,
Que sus miembros inmundos
Colmen los abismos profundos!
¿Qué digo? ¡Ay! Yo deliro.
¡Oh miserable!, ¿qué pedía?
¡Oh Teseo, oh Teseo mío!,
No era, no era yo quien
tan duras cosas dijo;
Habló mi afán, habló el dolor,
Habló la lengua, no lo hizo el corazón.
Mísera, sigo dando lugar
A la esperanza traicionada, y no se apaga
A pesar de tanto escarnio el fuego de Amor.
¡Apaga, tú, muerte, las llamas indignas!
¡Oh Madre, oh Padre, oh del antiguo Reino
Las soberbias moradas, donde tuve cuna de oro,
Oh sirvientes, oh fieles amigos (ay, destino indigno),
Mirad dónde me llevó la cruel fortuna,
Mirad qué dolor heredé del amor mío,
De mi fidelidad y de aquel que me ha engañado!
Así vive quien en demasía ama y se fía.
Mísera, sigo dando lugar
A la esperanza traicionada, y no se apaga
A pesar de tanto escarnio el fuego de Amor.
¡Apaga, tú, muerte, las llamas indignas!
¡Oh Madre, oh Padre, oh del antiguo Reino
Las soberbias moradas, donde tuve cuna de oro,
Oh sirvientes, oh fieles amigos (ay, destino indigno),
Mirad dónde me llevó la cruel fortuna,
Mirad qué dolor heredé del amor mío,
De mi fidelidad y de aquel que me ha engañado!
Así vive quien en demasía ama y se fía.