Baila-Bonita, un gaditanísimo y verídico cuento del Doctor Thebussem (3)
En ocasiones deseaba el Rey escuchar andaluzadas inverosímiles que le hiciesen prorrumpir en
El general Riego arrastrado en un serón camino del patíbulo. Imagen tomada de http://www.culturandalucia.com |
Baila-Bonita, un gaditanísimo y verídico cuento del Doctor Thebussem (3)
En ocasiones deseaba el Rey escuchar andaluzadas inverosímiles que le hiciesen prorrumpir en
¡ESO ES MENTIRA!
Y ofrecía como premio una gracia de las que se hallasen en las atribuciones del poder Real. Este galardón resultaba ilusorio, porque Fernando VII daba por ciertos y probados cuantos embustes le referían.
Obediente sin embargo el senado, manifestó el Macareno que en época de lluvias atravesó el Guadalquivir con su recua de mulos, y que la riada era tan grande que una bandada de palomos que estaba en la orilla no se aventuró a pasar.
―Nada tiene eso de raro ―dijo el Rey―; los palomos son cortos de genio, temerían ahogarse, y anduvieron advertidos esperando a que bajara el torrente. Aquí me tienes a mí, que sin ser palomo estoy también en la orilla.
―Dice muy bien Vuestra Majestad ―agregó fray Manzanilla―. Para aves valientes, los aguiluchos. Vi yo uno clavar las uñas en el molino de viento de mi tierra, y llevárselo entero por los aires. Y lo más particular fue que siguió moliendo trigo y echando harina, y que ésta llegaba a la tierra convertida en… rosquetes y en buñuelos enmelados.
―Todo eso se explica ―advirtió el Rey― por la fuerza del aguilucho, por el calor de la atmósfera y por los muchos colmenares que hay en tu tierra.
El Chato se hallaba como distraído y adormilado. Cuando Fernando VII le mandó que hablase, empezó a balbucir excusas y a pedir perdones con tono humilde y suplicante.
―Sí, hombre, sí, yo te perdono; pero habla, di algo, no seas cobarde…
―Pues contando con el perdón de Vuestra Majestad, yo repetiría lo que Vuestra Majestad me dijo el sábado por la noche…
―Hijo mío, repítelo sin miedo: ¿qué te dije yo el sábado por la noche?
―¡Pues qué…! ¿No recuerda Vuestra Majestad que al salir de esta misma cámara, y hablándome al oído, me dio su Real palabra de sacar a mi pobre hermano de las Cuatro Torres?
―¡ESO ES MEN…! ―replicó con vehemencia el Rey, pero refrenando la lengua prosiguió con sorna― ESO ES MENESTER… que esperes unos días a fin de que yo trate el asunto y ajuste las cuentas (que no tardará mucho) a su gran padrino Riego; entonces tendrá mi perdón tu pobrecito hermano…
(Continuará)