Baco y Ariadna, Tiziano (h. 1522-1523), National Gallery (Londres) |
Probablemente la pintura más famosa sobre el tema de Ariadna abandonada sea la que Tiziano Vecellio realizó para la decoración de la Cámara de Alabastro del castillo de Ferrara titulada Baco y Ariadna. En 1516, año en que fuera nombrado pintor oficial de la República de Venecia, Tiziano trabó amistad con Alfonso de Este, duque de Ferrara, quien enseguida le hizo algunos encargos y para quien poco después compondría tres magníficas escenas mitológicas: Ofrenda a Venus (1518-1519), la Bacanal de los andrios (1523-1526) -ambas hoy en el Museo del Prado- y la pintura de que tratamos. El Duque quería contar con una estancia semejante al studiolo de Isabel de Este en Mantua, y había dispuesto que se decorara con una serie de ocho bacanales que realizarían los pintores más importantes del momento (Bellini, Rafael y fra Bartolomeo, entre otros), que habrían de inspirarse en pasajes de la literatura clásica. Bellini había entregado su Festín de Baco en 1514 (National Gallery de Washington); Rafael, a quien sorprendió la muerte en 1520, no pudo llevar a cabo el encargado Triunfo de Baco; y fra Bartolomeo murió en 1517 cuando trabajaba en una Ofrenda a Venus. Sería precisamente entonces cuando el Duque se dirigió a Tiziano exponiéndole el plan de su obra y haciéndole llegar el boceto del pintor florentino.
Tiziano trabajaría con total libertad en estas sus primeras "mitologías" anteponiendo sus preocupaciones meramente artísticas (color, luz, forma y perspectiva) al ejercicio de erudición mitológica y arqueológica que suponían tales obras. Durante algún tiempo, no obstante, la pintura Baco y Ariadna sería conocida como Laocoonte, precisamente por la imponente figura del hombre rodeado de serpientes del primer plano, que recordaba el reciente hallazgo (1506) del grupo escultórico Laocoonte y sus hijos (Museos Vaticanos). Esta pintura se inspira básicamente en los versos 250-264 del poema 64 de Catulo que siguen al "Lamento de Ariadna", del que ya tratamos.
Quae tum prospectans cedentem maesta carinam
Multiplices animo uoluebat saucia curas.Quae tum prospectans cedentem maesta carinam
At parte ex alia florens uolitabat Iacchus
Cum thiaso Satyrorum et Nysigenis Silenis,
Te quaerens, Ariadna, tuoque incensus amore.
.................................................................................
Quae tum alacres passim lymphata mente furebant
Euhoe bacchantes, euhoe capita inflectentes.
Harum pars tecta quatiebant cuspide thyrsos,
Pars e diuolso iactabant membra iuuenco,
Pars sese tortis serpentibus incingebant,
Pars obscura cauis celebrabant orgia cistis,
Orgia quae frustra cupiunt audire profani;
Plangebant aliae proceris tympana palmis,
Aut tereti tenuis tinnitus aere ciebant;
Multis raucisonos efflabant cornua bombos
Barbaraque horribili stridebat tibia cantu.
Ella en tanto, triste, dirigiendo su mirada a la quilla que se alejaba,
Herida, a mil preocupaciones daba vueltas en su mente.
Mas por otra parte revoloteaba el floreciente Iaco
Con su cortejo de sátiros y con los silenos de Nisa,
Buscándote, Ariadna, enardecido de amor a ti.
Con él, alegres, con la cabeza ida, por todas partes deliraban
Las bacantes, "¡Evohé, evohé!", sacudiendo sus cabezas.
Parte de ellas blandía tirsos con su extremo cubierto,
Parte zarandeaba los miembros de un novillo descuartizado,
Parte se ceñía con retorcidas serpientes,
Parte daba culto a los objetos sagrados en cóncavas cestas ocultos,
Objetos de los que en vano desean saber los profanos.
Tocaban otras sus panderos con las palmas en alto,
O del redondeado bronce extraían agudos sonidos,
Para muchas proferían sus cuernos roncos ruidos
Y la flauta bárbara rechinaba con su horrible canto.
Sin solución de continuidad, como en los versos, Teseo se aleja en el cuadro (véase la nave al fondo a la izquierda en el horizonte), y Ariadna se ve sorprendida por un Dioniso que "revolotea" desde su carro. Al fondo, entre la arboleda, contemplamos al ebrio y gordo Sileno sobre su burro; las ménades tocan sus címbalos y panderos; un danzante enarbola la pata de un novillo, cuya cabeza aparece en el suelo arrastrada por un sátiro niño que mira descaradamente al espectador... Tiziano nos sorprende con el detalle del perrillo (¿símbolo de la fidelidad conyugal?) que ladra ante el ruidoso cortejo. El artista ha sustituido los tigres o panteras que tiran habitualmente del carro del dios por unos hieráticos leopardos, y ha querido colocar sobre la figura de la princesa cretense la Corona, constelación de estrellas en que, según una tradición, se convertiría a su muerte la diadema que Dioniso le regaló en sus bodas; o, según otra, era la del propio dios, en principio rechazado por la muchacha, a quien quiso demostrarle su poder con esta transformación. Refiere Ovidio en Metamorfosis 8, 175-182:
(...) desertae et multa querenti
Amplexus et opem Liber tulit, utque perenni
Sidere clara foret, sumptam de fronte coronam
Inmisit caelo: tenues volat illa per auras
Dumque volat, gemmae nitidos vertuntur in ignes
Consistuntque loco specie remanente coronae,
Qui medius Nixique genu est Anguemque tenentis.
(...) A ésta, abandonada y muy quejosa,
Abrazos y socorro le trajo Líber, y para que con una estrella
Eterna fuese notoria, la corona que le quitó de la frente
La envió al cielo. Vuela aquélla por los aires ligeros,
Y, mientras vuela, las piedras preciosas se transforman en fuegos brillantes
Y se detienen, manteniéndose el aspecto de la corona, en un lugar
Que está entre el que se apoya en su rodilla y el que sostiene la serpiente.
Sin solución de continuidad, como en los versos, Teseo se aleja en el cuadro (véase la nave al fondo a la izquierda en el horizonte), y Ariadna se ve sorprendida por un Dioniso que "revolotea" desde su carro. Al fondo, entre la arboleda, contemplamos al ebrio y gordo Sileno sobre su burro; las ménades tocan sus címbalos y panderos; un danzante enarbola la pata de un novillo, cuya cabeza aparece en el suelo arrastrada por un sátiro niño que mira descaradamente al espectador... Tiziano nos sorprende con el detalle del perrillo (¿símbolo de la fidelidad conyugal?) que ladra ante el ruidoso cortejo. El artista ha sustituido los tigres o panteras que tiran habitualmente del carro del dios por unos hieráticos leopardos, y ha querido colocar sobre la figura de la princesa cretense la Corona, constelación de estrellas en que, según una tradición, se convertiría a su muerte la diadema que Dioniso le regaló en sus bodas; o, según otra, era la del propio dios, en principio rechazado por la muchacha, a quien quiso demostrarle su poder con esta transformación. Refiere Ovidio en Metamorfosis 8, 175-182:
(...) desertae et multa querenti
Amplexus et opem Liber tulit, utque perenni
Sidere clara foret, sumptam de fronte coronam
Inmisit caelo: tenues volat illa per auras
Dumque volat, gemmae nitidos vertuntur in ignes
Consistuntque loco specie remanente coronae,
Qui medius Nixique genu est Anguemque tenentis.
(...) A ésta, abandonada y muy quejosa,
Abrazos y socorro le trajo Líber, y para que con una estrella
Eterna fuese notoria, la corona que le quitó de la frente
La envió al cielo. Vuela aquélla por los aires ligeros,
Y, mientras vuela, las piedras preciosas se transforman en fuegos brillantes
Y se detienen, manteniéndose el aspecto de la corona, en un lugar
Que está entre el que se apoya en su rodilla y el que sostiene la serpiente.
Los personajes se funden con el paisaje, algo que Tiziano había aprendido de Giorgione; un paisaje que se hace partícipe del dramatismo de la escena: como los danzantes parece agitarse la arboleda. Y siguiendo la tradición paisajística flamenca, ocupa el fondo una amplia gama de azules, mientras los verdes se van abriendo paso a medida que nos acercamos al primer plano. donde se imponen los tonos cálidos. Aquí, el pintor hace gala de su precisión cromática, que cobra esplendor en el trabajo de los mantos.
Bastante más modesta es la aportación al tema del pintor sienés Girolamo de Giovanni, llamado Il Pacchia (1477- post 1535), el óleo sobre tabla Ariadna abandonada por Teseo, fechado entre 1515 y 1520, que guarda la Colección del Palazzo Chigi Saracini de Siena, sede desde 1932 de la Accademia Musicale Chigiana. Pintor a caballo entre el Quatroccento y el Cinquecento, la obra de Il Pacchia supone, en general, un ejemplo de la transición del Renacimiento al Manierismo. En la tabla en cuestión, Ariadna, ataviada a la griega, se muestra en vano a los tripulantes de la anacrónica nave en la que se marcha Teseo. Otras embarcaciones de tenor semejante se alejan hacia el horizonte contribuyendo su dibujo al logro de la perspectiva, un tanto descuidada en el primer plano (desproporción del tamaño del navío) y en el "rompimiento celestial" que supone la llegada del dios Dioniso en su carro.
Finalizamos con una deliciosa nueva iluminación realizada para la traducción al francés de Heroidas de Ovidio obra de Octavien de Saint-Gelais. Atribuida al autor de la Crónica Escandalosa, activo entre 1490 y 1510, suele datarse en 1493 y se ha subastado en julio de 2010 en Christie´s. Con el anacronismo habitual en ellas, presenta a Ariadna despertando en el tálamo (a la izquierda), quejándose (en primer plano) y agitando su manto prendido de una estaca mientras contempla el navío que se pierde en el horizonte (al fondo). Al pie de la escena principal, una viñeta muestra el Laberinto, el acuerdo entre Teseo y Ariadna, y la muerte del Minotauro por aquél, ataviado como un príncipe del Renacimiento.
Finalizamos con una deliciosa nueva iluminación realizada para la traducción al francés de Heroidas de Ovidio obra de Octavien de Saint-Gelais. Atribuida al autor de la Crónica Escandalosa, activo entre 1490 y 1510, suele datarse en 1493 y se ha subastado en julio de 2010 en Christie´s. Con el anacronismo habitual en ellas, presenta a Ariadna despertando en el tálamo (a la izquierda), quejándose (en primer plano) y agitando su manto prendido de una estaca mientras contempla el navío que se pierde en el horizonte (al fondo). Al pie de la escena principal, una viñeta muestra el Laberinto, el acuerdo entre Teseo y Ariadna, y la muerte del Minotauro por aquél, ataviado como un príncipe del Renacimiento.