Ariadna abandonada por Teseo, iluminación de Jean Pichore para la traducción de Heroidas de Octavien de Saint-Gelais, mitad del s. XV, BNF |
Ya vimos en una entrada anterior varias ilustraciones para traducciones de Heroidas de Ovidio sobre el abandono de Ariadna en Naxos realizadas por Jean Pichore y su escuela. Tienen en común con la que presentamos ahora el anacronismo en la ambientación de la escena (véanse aquí el vestido, peinado y adornos de la joven, claro trasunto de la dama ideal; la forma del barco de Teseo y el ropaje de sus tripulantes). Dicha costumbre, habitual entre los artistas del Renacimiento y denostada a partir del siglo XVIII, era común a otras artes, como el teatro. La preciosa iluminación nos muestra el momento en que Ariadna descubre su abandono -nada que ver esta vegetación con la árida playa en cuyas arenas hunde sus pies la Ariadna de Ovidio-, y ese otro en que agita el velo desde el roquedo para que Teseo y sus hombres reparen en ella, cosa que, sorprendentemente, parecen haber hecho, pues todos vuelven su mirada hacia la isla, eso sí, con un mutismo y una quietud absolutos.
La historia de Teseo y Ariadna, atribuido a Baccio Baldini (h. 1460), British Museum |
La combinación de escenas en un mismo espacio puede observarse igualmente en un grabado de escuela florentina, habitualmente atribuido a Baccio Baldini y fechado entre 1460 y 1470, que guarda el British Museum. Como en los que sirven para ilustrar algunas ediciones de Metamorfosis (libro VIII) del s. XVI, el motivo principal aquí es el encuentro entre Ariadna y Teseo previo a la entrada del héroe en el laberinto, cuya traza circular ocupa gran parte de la composición. En un segundo plano, a la izquierda, podemos contemplar a Ariadna abandonada enarbolando el velo prendido a una estaca para llamar la atención del fugitivo Teseo. Y a su lado, a la propia muchacha, que parece haberse precipitado desde el acantilado, sumergida en el oleaje (sólo se ven sus pies) y luego rescatada por Júpiter (es un alado y desnudo "Giove" quien la saca de las aguas y la transporta en sus brazos al cielo, donde se convertirá en constelación). En tanto, la nave de Teseo se aleja de Naxos con sus velas negras, lo que ha provocado el suicidio de Egeo, que se ha arrojado al mar (sólo se aprecian sus pies igualmente). Las filacterias situadas junto a los personajes nos permiten reconocerlos claramente. Supone la presencia de Júpiter, en lugar de la más habitual de Dioniso-Baco como dios salvador, el uso del artista de una versión moralizada del mito o una simplificación del mismo.
El abandono de Ariadna dormida..., Maestro de Cassoni Campana (h. 1510), Musée du Petit Palais, Avignon |
El discurso narrativo prevalece también en la tabla pintada al óleo El abandono de Ariadna dormida y la llegada de Baco, una de las cuatro que el maestro de Cassoni Campana dedicó a la leyenda de Creta y que, aunque pertenecientes al Museo del Louvre, exhibe en depósito el Museo del Petit Palais de Avignon. En la zona izquierda vemos a Ariadna que, medio dormida en una rica cama adoselada, mueve sus brazos (cf. OV. epist. X, 10-12) buscando en vano a su enamorado. El artista se ha preocupado de hacernos notar el vacío en el lecho, y no le ha importado la ligera desproporción del brazo derecho de la joven, que deja ver sus senos entre las blancas sábanas. Un Teseo maduro, armado con rica coraza, huye, pero no solo, sino acompañado de otra dama, que debemos suponer sea Fedra, hermana menor de Ariadna con la que luego se desposará (cf. NONN. 48, 530 ss.). Al fondo, vaga la muchacha en la playa mientras persigue con su mirada el navío que se aleja con sus velas hinchadas por el viento.
Ariadna en Naxos, atribuido a Girolamo dai Libri (h. 1510-1530), Rijkmuseum, Amsterdam |
Cerramos por el momento este repaso a la iconografía del abandono de Ariadna en la pintura renacentista con un cuadro atribuido tradicionalmente al pintor e iluminador veronés Girolamo dai Libri (h. 1474-1555) o bien al casi desconocido Josaphat Araldi, al parecer oriundo de Parma, artista fuertemente influenciado por Bellini y Durero. Se trata de un óleo sobre madera recién restaurado (http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=501689) y de preciosa factura en el que algunos han querido ver la partida de Eneas (son blancas las velas del bajel) más que la de Teseo. La joven abandonada ocupa el primer plano, une sus manos como en actitud suplicante y vuelve la cara al espectador para hacerle partícipe de su padecimiento.