domingo, septiembre 04, 2011

Orfeo (II)

"Orfeo por su mujer", de Francisco de Quevedo

Aunque a sus 54 años se desposara con doña Esperanza de Mendoza, señora de Cetina, viuda cincuentona con hijos, por aquello de guardar las formas en la Corte y animado por el Duque de Medinaceli (y su esposa), de todos era conocida la aversión del poeta Quevedo al matrimonio, que manifiestó tanto en sus escritos en prosa ("Siempre fui, señor licenciado, de opinión que a los hombres que se casan los había de llevar la iglesia con campanillas delante, como a los ahorcados") como en verso ("Hastío de un casado al tercero día", "Dime por qué, con modo tan extraño", "Boda de negros", "Boda de matadores y mataduras", "Epitalamio en las bodas de una viejísima viuda... y un beodo soldadísimo de Flandes con calva oiginal"...). De hecho, el misógino don Francisco no tardó más que dos meses en separarse de su mujer. La sátira contra el matrimonio contaba con una amplia tradición en el Medievo y el Renacimiento italiano, aunque uno de los textos más leídos en España sobre el tema fue la sátira VI del poeta romano Juvenal donde, lógicamente, no faltan los ejemplos de la mitología. Originalísima resulta la visión del mito de Orfeo y Eurídice que, desde esta perspectiva, nos ofrece Quevedo.

Orfeo por su mujer
cuentan que bajó al Infierno;
y por su mujer no pudo
bajar a otra parte Orfeo.

Dicen que bajó cantando;
y por sin duda lo tengo;
pues, en tanto que iba viudo,
cantaría de contento.

Montañas, riscos y piedras
su armonía iban siguiendo;
y si cantara muy mal,
le sucediera lo mesmo.

Cesó el penar en llegando
y en escuchando su intento:
que pena no deja a nadie
quien es casado tan necio.

Al fin pudo con la voz
persuadir los sordos reinos:
aunque el darle a su mujer
fue más castigo que premio.

Diéronsela lastimados;
pero con ley se la dieron
que la lleve y no la mire:
ambos muy duros preceptos.

Iba él delante guiando,
al subir; porque es muy cierto
que, al bajar, son las mujeres
las que nos conducen, ciegos.

Volvió la cabeza el triste:
si fue adrede, fue bien hecho;
si acaso, pues la perdió,
acertó esta vez por yerro.

Esta conseja nos dice
que si en algún casamiento
se acierta, ha de ser errando,
como errarse por aciertos,

Dichoso es cualquier casado
que una vez queda soltero;
mas de una mujer dos veces,
es ya de la dicha extremo.

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