Imagen actual de la ermita de los Santos Mártires. Iglesia mudéjar, nártex y dependencias adosadas |
Usted
conoce el mérito y las virtudes del actual obispo de Cádiz, fray Félix de
Arriete y Llanos,(1) y sabe que es de aquellas pocas personas para las cuales
apenas hay palabras con que elogiar su valía. Yo he sido testigo de su modo de
visitar la diócesis, de la manera patriarcal con que cumple las disposiciones
del Concilio tridentino prout locus, tempus et occasio, y de aquella constancia
en el trabajo que hace creer que al Obispo de Cádiz le es desconocida la
significación de la palabra descanso.
Hace
tres años que manifestó deseos de que no se viniese a tierra la ruinosa ermita
de los Santos, y proyectó su reedificación, sin contar con más caudal que el
caudal de su buen deseo, de su celo y de su constancia. Y es caso raro a mi
parecer, señor don Aureliano, que en los años de 1869 y 1870, cuando tan lista
y eficaz andaba en España la piqueta de los cobardes, soeces y estúpidos
vándalos del siglo XIX para demoler monumentos artísticos, es caso raro,
repito, que en dicho período haya tenido principio y fin la reparación del
histórico templo de que me ocupo. Dado el impulso por el Obispo, apoyado por
los señores curas medineses Pelufo y Corral y por el activo sacerdote don Juan
Callealta, no faltaron limosnas y donativos de diferentes personas, y en
especial del opulento labrador Martínez-Enrile,(2) con las cuales se ha
conseguido terminar casi por completo la obra. Esta se ha verificado con
inteligencia y acierto, y debo decir a Vm., por si le parece digno de hacerlo
llegar a la Real Academia de la Historia, que han sido prolija y escrupulosamente
separadas las repetidas costras de cal que cubrían las antiguas piedras,
lápidas y columnas, y que las primitivas edificaciones del siglo VII se han
restaurado con gran esmero y solamente en la parte indispensable para evitar su
ruina, dejándoles air de vetusté y libertándolas del jalbegue que tanto enamora
y cautiva los ojos de los andaluces; siendo todo ello debido a las
disposiciones y especial encargo del Prelado, en quien corren parejos los
sentimientos caritativos y religiosos con los históricos y con los artísticos.
El obispo Félix María de Arriete. Imagen tomada de http://liturgia.mforos.com/1699103/8007231-el-solideo/ |
Solicitó
de Su Santidad indulgencias para los fieles que concurriesen a la inauguración
de la ermita después de reparada, y las obtuvo por especial rescripto de Pío
IX, dado en Roma el 28 de julio último.
En
8 del presente septiembre tuvo efecto la peregrinación al santuario; predicó el
Obispo de Cádiz bajo la bóveda del cielo sirviéndole de púlpito una colina, y
concurrieron miles de personas a esta romería, que duró desde el amanecer hasta
bien entrada la noche. La descripción del entusiasmo de los asistentes, de lo
pintoresco del sitio, de las tiendas de campaña con formas diversas en que el
público se alojaba, la belleza y chiste de las andaluzas y el ruido y la
animación que allí reinaron, sin la más leve sombra de profanación ni de
desorden, resultaría agradable a trazarlo una pluma fina y discreta. La mía, y
basta para prueba con lo que llevo escrito, es de ganso, y apenas si le quedan
fuerzas para añadir a la presente misiva las seguridades de amistad, de
gratitud y de cariño que a Vm. profesa
EL
DOCTOR THEBUSSEM,
Medina
Sidonia, 15 de septiembre de 1871 años.
NOTAS
DEL EDITOR
(1) Félix María de
Arriete y Llanos nació en Cádiz en 1811 y falleció en Chiclana de la Frontera en
1879. Ordenado sacerdote en abril de 1835 como fraile capuchino, fue destinado
al convento de Écija, que hubo de abandonar por la Desamortización de
Mendizábal. Volvió entonces a Cádiz, donde ejerció su ministerio en la Santa
Cueva y en la iglesia de Santiago. Trasladado a Málaga en 1851, fue propuesto
para arzobispo de Santiago de Cuba, cargo que no aceptó. Se consagró obispo de
Cádiz y Ceuta en 1864 en el Palacio de Oriente de Madrid, siendo apadrinado por
Alfonso XII, y en presencia del nuncio de Su Santidad. Durante su obispado se
realizó, en 1866, el tabernáculo de la catedral de Cádiz. Permaneció en la
ciudad durante los momentos más críticos de la campaña anticlerical del cantón
y después del alzamiento republicano abrió una suscripción popular para
ayudar a los heridos de guerra. Tras serle admitida la renuncia a su cargo, se estableció
en Chiclana, donde continuó su labor pastoral. En Medina Sidonia llevó durante muchos años su nombre la conocida popularmente como calle de La Loba.
(2) Jerónimo
Martínez-Enrile, agricultor y ganadero, fue comisario regio de agricultura de la provincia de Cádiz. Sus explotaciones alcanzaban las 6.500 hectáreas. Casado con doña Francisca Velázquez, viuda del también ganadero Domingo Varela, sus reses se lidiaron en Sevilla y Madrid. Era sobrino del vicario Francisco Martínez y Delgado, y dispuso en su testamento que su hijo Joaquín se encargara de la edición de la Historia de Medina que su tío había dejado manuscrita.
Imagen actual de la ermita de los Santos Mártires. Torre y edificación visigoda |