domingo, mayo 15, 2011

Chardin en El Prado




El dulce fluir de la existencia

Cuando Chardin decidió incorporar la figura humana a sus pinturas, hasta entonces ocupada en investigar la perfección compositiva y tonal en la naturaleza muerta, contaba con una paleta matizada capaz de transmitir el valor de lo pequeño, lo íntimo y lo fugaz, y al tiempo preparada para reflejar con impresionante maestría sutiles efectos lumínicos tendentes a situar los objetos en una atmósfera vaporosa y envolvente. En algunos bodegones en que aparecían animales domésticos (gatos, fundamentalmente) incluso había ensayado con equilibrar la composición poniendo en la balanza la quietud de cacharros, hortalizas y frutas con el movimiento que irrumpía en la escena. Los cuadros con figuras permitieron al artista subir un peldaño en su consideración y en su aprecio como tal, y le llevaron a la cima de su arte.

En la exposición que nos ofrece el Museo del Prado hasta el 29 de mayo podemos hacer un enriquecedor recorrido por la obra de este artista francés del que en España sólo pueden verse habitualmente un par de cuadros en el Museo Thyssen. A obras maestras cedidas por el Museo del Louvre (La raya, La caja de tabaco) se han unido otras de más difícil acceso. De los bodegones de caza con liebres, zurrones y petacas de pólvora, se pasa al majestuoso y sencillo del pato de cuello verde que cuelga del muro; luego a las singeries y a las estudiadas sobrepuertas en las que el pntor reflexiona sobre el papel del Arte; se comparan las tres versiones de Pompas de jabón y las tres de La joven maestra de escuela (es éste un lujo inusitado); en sala aparte cuelgan La niña con el volante, El niño de la peonza, El joven dibujante y Dama tomando el té, donde el tiempo fluye ante el ensimismamiento de sus personajes; las pequeñas telas que relatan episodios de la vida cotidiana se detienen igualmente en el instante: La bendición, La gobernanta, La madre laboriosa...; verdaderos primores de la delicadeza compositiva y cromática que alcanzó en su última etapa son: Ramo de claveles, tuberosas y guisantes de olor en un jarrón de loza blanca con motivos azules, Vaso de agua y cafetera y La cesta de fresas salvajes.

Para no perdérselo.

Últimamente suelo hacer coincidir mis visitas al Museo con la programación de actividades relativas a las exposiciones que en él tienen lugar. El jueves 12 de mayo asistí a la conferencia "Claves de la exposición". Sólo éramos cuatro personas en el auditorio de El Prado; luego, en la penumbra, se sumaron otras dos. Con profesionalidad, la conferenciante (siento no recordar su nombre) nos regaló una ilustrativa presentación.

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