domingo, octubre 11, 2009

José Emilio Pardo (XXVII)


Engañado como un chino


Nuestro teniente Pardo había quedado gratamente impresionado por el colorido, las mercadurías y el ambiente del barrio chino, así que, a la mañana siguiente, decidió volver para conocerlo a la luz del día y recorrer otras zonas del mismo. En esta ocasión, le acompañaba un caballero francés.
Calles angostas y casas pequeñas y apiñadas lo forman casi en su totalidad, pues hay algunas grandes, cómodas y elegantes de chinos opulentos que poseen millones de duros y que viven con gran lujo, siendo sus coches y sus trenes superiores a los de los europeos ricos. Las tiendas son todas por el estilo de las que ocupan los judíos en Gibraltar o en Tánger, unos chiribitiles en donde apenas caben y en donde hay de todo.
Tentados por la curiosidad, nuestros amigos entraron en una de las tienduchas, donde los recibió un comerciante chino con una sonrisa de oreja a oreja, "que en esto son como los judíos, aunque ganan en pillería al más ladino hijo de Abraham o de Jacob". Después de degustar una taza de té, Pardo se encaprichó de unos pequeños jarrones y, como era de esperar, comenzó el regateo. El chino pidió por ellos treinta rupias. Pardo, a través de su intérprete francés, ofreció dos. El mercader se rio y bajó a 20. Pardo ofreció cuatro francos, y el vendedor aceptó. Realmente los cuatro francos equivalían a las dos rupias que había comenzado ofreciendo. Buen negocio, pensó nuestro marino.
Pero nada más salir por la puerta de la tienda, los jarrones se hicieron pedazos, "pues estaban rotos y pegados con goma". El vendedor presenció la escena como a quien no le iba nada en ello. Pardo acudió entonces a todos sus conocimientos de idiomas para desahogarse, y lo llamó pillo y ladrón en francés, inglés, español e italiano. Su amigo contribuyó a la lección insultándolo también en chino y malayo. El mercachifle seguía impávido, recogiendo ahora los tiestos a la vista de los transeúntes que habían acudido al vocerío. No le quedó más remedio que devolver el dinero.
Pasada la rabia del primer momento -escribe Pardo en su Diario-, nos echamos a reír, y el socarrón del chino, con los fragmentos de loza en la mano, hacía coro a nuestras carcajadas... No comprendo por qué se dice en España "lo engañaron como a un chino", cuando debiera ser "engaña como un chino".

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