domingo, septiembre 27, 2009

José Emilio Pardo (XXV)



Fideos de arroz. Foto tomada de http://images.google.com/imgres?imgurl=http://www.cocinaycomidasana.com

Comida china


Durante su paseo por el mercado chino llamó la atención de nuestro teniente Pardo la gran cantidad de carnes y pescados, crudos o guisados, que se ofrecían al viandante. Y, como llegaba la hora de tomar un bocado, se hizo necesario entrar en una de aquellas tiendas donde se vendían mil y un manjares, y ninguno de ellos conocido. Uno de los marinos holandeses que le acompañaba le comentó que "de seguro en aquellas sartenes habría guisados de perro o sopa de rata y murciélago, que agrada sobremanera a los chinos y javaneses". Entraron en el "fonducho" hasta la cocina y quedaron admirados de cómo de grandes calderos sacaban los guisos en pequeñísimos platos, y luego en la misma cocina les agregaban a cada uno hasta diez o doce salsas que tomaban de diferentes orzas, "con unas cucharitas de marfil semejantes a las que nosotros usamos para servir la mostaza".
El cocinero, al verlos hacer ascos, les advirtió que tenía un plato especial, riquísimo, "al gusto europeo". Así que el hambre y la curiosidad animaron a nuestros marinos a sentarse.
El mismo jefe de la fonda puso una servilleta sobre la mesa, sacó cuatro platos grandes y un jarro de agua, y luego llegó el famoso manjar al uso de Europa. Eran una especie de fideos de harina de arroz cocinados a modo de macarrones, muy secos de salsa, pero tan jugosos por dentro y en tan buen punto la sal, el queso y la mostaza, que ciertamente eran cosa delicada.

domingo, septiembre 20, 2009

Iglesias, conventos y hospitales (III)
















Nave central de la iglesia de la Victoria de Medina Sidonia

Clases de gramática en la Victoria y San Agustín


En 1743 el vicario eclesiástico de Medina Sidonia Gonzalo de Pina Franco (que lo era desde 1711) fundó un vínculo mediante el cual donaba una casa a los mínimos de la Victoria con la expresa condición de que dicho convento tuviese siempre nombrado un lector que ofreciese gratuitamente clases de gramática y doctrina cristiana. Así lo hicieron durante muchos años los frailes de San Francisco de Paula, de hecho el vicario Martínez Delgado en su Historia de la ciudad de Medina Sidonia (p. 214), escrita en los últimos años del siglo XVIII y primeros del XIX, así lo recuerda.
Según una de las cláusulas del "contrato", en caso de que el convento dejase de cumplir la condición expresada, "después de tres amonestaciones del poseedor del vínculo", la casa habría de pasar al convento de Nuestra Señora de la Paz, de agustinos calzados. A éstos se les exigía lo mismo, y, faltando a su cumplimiento, que la casa "pasase por fin al poseedor del mencionado vínculo".
Avanzado el siglo XIX y desaparecidos ambos conventos en virtud de las desamortizaciones, resultaba imposible que mínimos o agustinos pudiesen cumplir el contrato, y la casa había pasado a ser disfrutada por la Junta de Escuelas de Medina Sidonia. Podría parecernos que la voluntad del ilustrado eclesiástico Gonzalo de Pina estaba cumplida, pero no lo vieron de la misma manera los poseedores del vínculo. Así lo demuestra la demanda ordinaria que presentaron ante el Juez de Primera Instancia de Medina Sidonia reclamando la propiedad de la casa.
Entonces, el Jefe Político de Cádiz entró en competencia con el juez de Medina, y el caso pasó a superiores instancias para ser consultado. El 3 de enero de 1849 el ministro de la Gobernación del Reino, el Conde de San Luis, ponía en manos de la autoridad judicial la resolución del asunto, una vez oído el Consejo Real, ya que "esta cuestión sobre la reversión se resuelve naturalmente en cuestión de propiedad, completamente extraña a las atribuciones administrativas".
Nos interesaremos por saber qué sucedió después.

jueves, septiembre 10, 2009

Sorolla


















Sorolla en Madrid
Leo hoy en la prensa que finaliza esta noche la gran muestra sobre la obra de Joaquín Sorolla que ha tenido lugar en el Museo del Prado. Han sido 450.000 los visitantes que han pasado por las nuevas salas del museo destinadas a las exposiciones temporales, la convocatoria más exitosa de la última década. En palabras de Blanca Pons Sorolla, nieta del pintor, que extraigo del catálogo editado con motivo de la misma: "La rigurosa selección de obras llevada a cabo para esta muestra, en la que se reúnen por primera vez todos los cuadros que marcaron los hitos de su carrera artística, es sólo una pequeña parte, aunque la más sólida, de su abrumadoramente numerosa producción". En efecto, además del conjunto de grandes lienzos que, en su última etapa, pintó para la Hispanic Society of America por encargo de su creador Archer Huntington (su Visión de España), allí pudimos contemplar ¡Aún dicen que el pescado es caro! (que espera hace años su definitiva ubicación en la pinacoteca madrileña), La vuelta de la pesca del Musée d´Orsay, Cosiendo la vela (prodigio de luz y composición que aturde a los visitantes de la Galleria d´Arte Moderna di Ca´Pesaro de Venecia), la desgarradora escena de ¡Triste herencia! (en la que un hermano de San Juan de Dios ayuda a unos niños pobres tullidos a meterse en el mar), el delicioso Desnudo de mujer (homenaje a la Venus del Espejo de Velázquez, para el que posó como modelo su propia esposa), los retratos de Beruete, Galdós, Echegaray, del fotógrafo danés Christian Franzen, de su hija María (como labradora valenciana, convaleciente en El Pardo o en los jardines de La Granja), de su amada mujer (Clotilde con traje negro, Paseo a la orilla del mar), El sol de la tarde, Niños en la playa, El baño del caballo, La bata rosa... Todo un derroche de luz, energía y vida, pues es vida, en sus diversas facetas, lo que transmiten las pinceladas del artista. Puede que hubiera recibido mejor sanción de muchos si hubiera insistido en la temática social y oscurecido su paleta; quizá se le pueda reprochar que su éxito le llevara a repetir estampas y situaciones para una clientela que no paraba de demandar su sorolla..., pero en la mayoría de los casos la pintura del valenciano es un ejercicio de verdad, de amor a su "arte", de desafío a los convencionalismos pictóricos..., un disfrutar pintando, una continua lucha por ofrecer nuevas perspectivas del asunto, un ensayo de modernidad.
Siempre que puedo cuando viajo a Madrid, paso un buen rato en la casa del pintor, un oasis cercano a la Castellana en la calle de Martínez Campos. Paralelamente a la exposición del Prado ha tenido lugar aquí una muestra de algunos de los bocetos realizados por el artista en su larga peregrinación por España para reflejar su visión del país, e incluso se ha proyectado la emotiva película Cartas de Sorolla, protagonizada por José Sancho.
Entrar en esta casa-museo, de cuyas paredes cuelgan óleos inacabados, pequeños bocetos, retratos de sus hijos, paisajes amados..., sentarse en sus frescos jardines mientras susurran sus fuentecillas, adentrarse en las habitaciones familiares y, finalmente, visitar el impresionante estudio del maestro es una experiencia que recomiendo.
En la foto muestro un rincón del estudio. A la derecha, el retrato inacabado de la esposa de Ramón Pérez de Ayala.

domingo, septiembre 06, 2009

Medina Sidonia en la Guerra de la Independencia (IV)










Antigua sorbetera. Foto tomada de historiasdelagastronomia.blogspot.com




Helados para el verano de 1808
En la Medina Sidonia que se había visto sobresaltada por la noticia de los acontecimientos de mayo de 1808 y había vivido recientemente los fastos de la proclamación del rey Fernando VII; cuando el nerviosismo cundía entre los soldados voluntarios, que pronto recibirían su bautismo de fuego en Bailén, y también entre los munícipes, apremiados constantemente para pagar las deudas de la ciudad ante las urgentísimas necesidades..., los más de los asidonenses estaban atentos a la recogida de una cosecha de trigo y cebada que había sido copiosa, al cuidado de las arboledas de sus huertas (que ya proporcionaban los dulces frutos que trae el verano) o a disfrutar del recrecido ambiente en las calles con la llegada del estío. Y, para el paseo de la tarde, nada mejor que un helado.
Leo en el acta de cabildo del 2 de julio que Juan Ramírez, abastecedor de nieve y helados, había presentado una nota al Ayuntamiento en la que indicaba los precios a que quería vender sus productos:
El vaso de aguanieve a veinte y cinco maravedíes, la libra de nieve á dos reales, el Cuartillo de sorvete hecho á fuego á seis, el dicho sin fuego á quatro y el quartillo liquido y claro de toda vevida pero de nieve a diez y seis quartos.
Pedía al cabildo que se entendiera con el administrador de rentas sobre los derechos de introducción de nieve en la ciudad y otros que pudiera haber, pero éste no aceptó. Sí parecieron muy ajustados sus precios.
Esta noticia, que a muchos puede sorprender por lo curioso, se entiende mejor si hacemos algunas aclaraciones.
No era raro que se comercializara nieve en la Medina de la época. Sabemos que en marzo de 1624, con motivo de los banquetes con que el Duque de Medina Sidonia agasajó al rey Felipe IV en Doñana, se trajeron 46 mulas cargadas de nieve que llegaban a diario desde Ronda; que, para que la nieve se conservase el mayor tiempo posible, existían los llamados "neveros" en muchas ciudades, palacios (impresionante el de Olite) y fortalezas. El trabajo de extracción de la nieve en la montaña comenzaba en primavera. Cortada con palas, se llevaba a los pozos de nieve donde se prensaba para que disminuyera su volumen y se conservara mejor al convertirse en hielo. Se formaban capas de semejante grosor, que se cubrían con paja o ramas. En verano, se cortaban bloques y se transportaban en bestias de carga por la noche para evitar que se derritieran. Los romanos ya conocían esta actividad, y en la Europa de los siglos XVI a XIX cobró gran auge.
Los derechos reales sobre la nieve se establecieron en España en época de Felipe III, y en 1770 su cobro correspondía al departamento de rentas unidas de la Real Hacienda.
La libra son 460 g y 93 mg. En un cuartillo caben 504 ml.
El salario diario de un bracero en la temporada de siega de este año en Medina Sidonia era de 15 reales y cuatro libras de pan. Se pagó bien porque las autoridades pensaban en recoger completa la buena cosecha para asegurar el suministro.
En el sorbete a fuego el almíbar se hacía en un perol y, antes de pasar a la sorbetera, se le añadía el puré o licor de frutas que se deseara. Sobre la historia del sorbete y su elaboración he disfrutado mucho leyendo en historiasdelagastronomia.blogspot.com.
No me entretengo en presentar recetas de sorbetes de aquel momento, pero remito a los interesados a las que aparecen en Secretos raros de artes y oficios (Madrid, Imprenta Villalpando, 1807, t. 10, p. 252) y La nueva cocinera curiosa y económica, y su marido el repostero famoso amigo de los golosos, de D. A. P. Z. G. (Madrid, Imprenta de don Eusebio Álvarez, 1822, t. 3, pp. 253 ss.). Ambos libros pueden leerse en google.

jueves, septiembre 03, 2009

Iglesias, conventos y hospitales (II)

Financiar la caridad


En estos tiempos de crisis en que se oye que subirán el precio del litro de cerveza o, de nuevo, el de la cajetilla de tabaco para acopiar los fondos necesarios a fin de mantener el bienestar público y, particularmente, las prestaciones sociales, ando leyendo documentos de la Medina Sidonia de comienzos del siglo XIX.
De todos es sabido que grandes instituciones benéficas, como el Hospital de la Caridad de Sevilla, son fruto del arrepentimiento de una vida de disipación, en el momento cercano a la muerte, por parte de sus fundadores (en este caso Miguel de Mañara, en quien se dice está inspirada la figura de Don Juan). Poco sabemos todavía sobre el origen de los hospitales y casas de caridad de Medina: está pendiente, por ejemplo, el estudio de la figura del regidor Alonso Picazo, que en su testamento (11 de abril de 1544) legó sus casas para la creación del Hospital del Amor de Dios, donde sería sepultado.
Sobre este establecimiento leo una curiosa noticia en el acta de cabildo de 3 de febrero de 1808. El vecino José Gutiérrez pide al Ayuntamiento una licencia que le permita abrir un reñidero de gallos "ofreciendo dar la quarta parte del producto de su entrada á fabor delos pobres enfermos del Hospital del Amor de Dios". El cabildo acuerda acceder a lo solicitado y comisiona a su diputado de policía, el regidor Juan de Pareja y Morón, para que se asegure de que el negocio cumple los requisitos exigidos para tales locales y además proponga "al Ayuntamiento el precio de la entrada para su aprovacion y la exaccion delo que pertenezca al hospital".
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